Todos hemos aprendido habilidades y hasta descubierto talentos en Pandemia

Todos hemos aprendido habilidades y hasta descubierto talentos en Pandemia

En este tiempo de emergencia sanitaria, todos hemos adquirido diversas habilidades, y hasta descubierto talentos latentes que teníamos sin explotar.

Montgomery A. Johnson Mirones, ocds

En estos tiempos de pandemia, se ha demostrado lo difícil de poder planificar en el medio de la incertidumbre. Muchos han perdido, desde lo más básico como sus trabajos o negocios, o lo que es peor e irreparable: un ser querido.

Todos hemos aprendido diversas habilidades, y hasta descubierto talentos latentes que teníamos sin explotar. Compartimos unos aprendizajes que vale la pena destacar y tener en cuenta, para que la tribulación no sea en vano.

TALENTOS. Muchas personas aprovecharon el confinamiento para explotar creatividades que tenían latentes.

La familia se basa en la sacralidad del matrimonio. Cuando en el peor tiempo de la pandemia, algunos dijeron que nos “encerraron”, descubrimos que estar en el hogar con los queridos era una protección y una bendición.

El valor de estar en ese núcleo básico de la sociedad que ha de ser nuestro principal apoyo. Son los seres humanos con quienes más tenemos lazo: por sangre o afinidad. Están con nosotros en las buenas y en las malas y son las personas más valiosas en todo momento.

Por encima de toda riqueza material humana y otros gustos, la salud es primero. Sin el don de una buena salud: física, mental, social, espiritual y laboral, todo lo demás es prescindible. Gozar de buena salud nos permitirá gozar de todo lo demás.

Hemos visto la necesidad de mantener un estilo de vida saludable: nutrición, sistema inmunológico, controlar los niveles de estrés. La importancia de la higiene, lavado de manos no es nuevo, siempre se ha dicho. Pero la pandemia exacerbó esta necesidad de protegernos al proteger a los demás.

Aprendizaje de todos
  • Familia. Está con nosotros en las buenas y en las malas y son las personas más valiosas en todo momento, de felicidad y de dolor.
  • Salud. Hemos visto la necesidad de mantener un estilo de vida saludable: nutrición, sistema inmunológico y controlar los niveles de estrés.
  • Teletrabajo. Las reuniones teledirigidas no solo han acortado distancias y permitido mantener el contacto con personas que quizá, por aforo, no podríamos estar juntos.

Las reuniones de trabajo, ya sean locales o internacionales, han podido ser llevadas a cabo mediante distintas aplicaciones o plataformas de videoconferencia. Bien es cierto que nada reemplaza la efectividad y claridad de un encuentro presencial, de tú a tú, pero las reuniones teledirigidas no solo han acortado distancias, sino también ahorrado en transporte y hospedaje.

No sin, además, mencionar que han permitido mantener el contacto con personas que quizá, por aforo, no podríamos estar juntos.

El valor del prójimo no solo basta que yo esté bien, sino que también lo esté mi compañero de trabajo, mi vecino y familiares. Compartir, no solo lo que me sobra, sino lo que me cuesta dar: ya sea de mi tiempo, disposición o algo material. Solidaridad también tiene la forma de valor cívico, desde no bloquear una intersección vial, respetar los turnos y filas, y saber sacrificar mi puesto para alguien que tenga mayor vulnerabilidad que la mía.

En momentos que hemos estado a distancia física, y cercanos por la tecnología, es menester saberse comunicar de forma efectiva. No solo es el qué digo, sino saber cómo lo digo. No saberse escuchar a uno mismo hace que mis palabras, aunque bien intencionadas, puedan ser causal de ofensa o confusión a mi interlocutor. Saberse explicar y expresar, oral y por escrito, es una competencia indispensable a todo nivel.

UNIÓN. La pandemia también fue propicia para unir a las familias en torno a la Palabra de Dios.

Hay evidencia que muchos trabajan por vocación y no por obligación, para lo cual no necesitan un reloj de asistencia de policía. Muchas profesiones, incluyendo la docencia, es de trabajo mínimo de 10 a 12 horas diarias.

Las empresas han de confiar en sus empleados que el trabajo se está haciendo, ya sea in situ o de forma remota, y hasta con mayor empeño y sacrificio de tiempo familiar y social.

Una persona íntegra con sentido de responsabilidad, respeto y honestidad. Si no formamos a nuestros niños en la importancia de saber rendir cuentas y ser sujetos de consecuencias por no hacer lo que debí hacer en el momento que tocaba.

Hay que entrenar a la juventud en asumir tareas básicas, no hacerles todo, sino que aprendan a cumplir con obligaciones domésticas y escolares con compromiso y seriedad. Y más importante aún, que los adultos no falsamente protejan los niños de sus propias fallas, y que menos hagan lo que les toca a ellos: honestidad.