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Travesía de las Hermanas de la Misericordia en la comarca Ngäbe Buglé

Travesía de las Hermanas de la Misericordia en la comarca Ngäbe Buglé

En la Comarca Ngäbe Buglé, específicamente en Soloy, perteneciente al Distrito de Besiko, las Hermanas de la Misericordia acompañan y fortalecen el trabajo pastoral que realiza el padre José Fitzgerald, a cargo de la parroquia San Vicente de Paul.

Yoel E. González N.

Dedicadas al servicio pastoral de la comunidad parroquial de Soloy en la Comarca Ngäbe Buglé, las Hermanas de la Misericordia llevan 18 años en esta región indígena perteneciente a la Diócesis de David, sirviendo y confiando siempre en el ejemplo de su fundadora Catalina McAcauely.

Misión

Su llegada a la comarca se da en el año 2003 cuando luego de varias experiencias misioneras, en temporadas de verano, deciden aceptar la invitación del entonces párroco padre Carlos Schuster (q.e.p.d.). En esta primera misión llegan las Hermanas Edith González y Nieves Jiménez, quienes aún permanecen en estas tierras.

Desde que llegaron, la tarea pastoral o misión que realizan es precisamente acompañar la vida parroquial, señala la Hermana Nieves Jiménez, coordinadora de País de esta congregación. “Atendemos y formamos a los catequistas, preparamos las celebraciones de la Palabra, visitamos a las familias, a los enfermos y acompañamos al padre Fitzgerald en la animación pastoral”.

Al frente del Instituto de las Hermanas de la Misericordia está la Hermana Patricia McDermott.

Su carisma está enfocado en el servicio a las mujeres y los niños, una de sus principales tareas, además de apoyar la formación integral de los jóvenes. Organizan talleres de cocina, costura y desarrollan un programa de reforzamiento escolar para los niños. Apoyan con alimentos a las familias, gracias a la Fundación Nuestra Señora del Camino de San Félix.

Se reinventan

Las religiosas reconocen que durante esta pandemia, la actividad pastoral ha sido bastante difícil debido a las medidas de bioseguridad que deben cumplir para bien de la comunidad. Esto las ha llevado a reinventar y buscar otras maneras de llegar a las personas.

La hermana Edith González explica que actualmente la catequesis se está desarrollando por módulos que son entregados a un miembro de la familia, quien ayuda en la explicación y animación a los catequizandos.

Las misas se celebran en algunas comunidades guardando las debidas medidas de bioseguridad. En esta misión de las Hermanas de la Misericordia, confían que el Espíritu de su fundadora Catalina McAcauely les siga animando para seguir acompañando a este pueblo que hoy camina con ellas.

MISIÓN. Estas damas consagradas comparten las tareas de la evangelización.

Su Historia en Panamá

Las primeras Hermanas de la Misericordia llegaron a Panamá directo de los Estados Unidos provenientes de Brooklyn el 10 de julio de 1959, estuvieron en Balboa en la Zona del Canal para trabajar en el Colegio Saint Mary. Posteriormente se trasladan a otras diócesis como: David, Colón, Ciudad de Panamá y en la casa ubicada en Volcán Chiriquí.

Testimonios

La Hermana Nieves Jiménez es panameña, oriunda de la diócesis de David, lleva muchos años de servir en estas tierras donde ha podido compartir gratas experiencias. “Estoy muy contenta de pasar tantos años con esta comunidad de Soloy, la gente, el compartir mi vida con esta región, me ha ayudado mucho y fortalecido mi misión. Convivir con gente sencilla y estar como misionera con ellos ha sido gratificante”, afirma.

PARROQUIANOS. Los comarcanos forman la gran mayoría de la comunidad parroquial de San Vicente de Paul en Soloy.

Esta religiosa no duda en resaltar el valor de la cultura y tradiciones de esta región indígena, por lo que exhorta a que todos debemos respetar sus costumbres. “Durante todo este tiempo he aprendido mucho de ellos, caminar juntos me ha llenado muchísimo, comenta la Hermana Nieves.

Otra religiosa panameña que sirve en estas tierras es la Hermana Edith González oriunda de Puerto Armuelles en la diócesis de David. Al referirse a su experiencia expresa que se siente muy feliz y reconoce que ha crecido en el valor de la paciencia con la población de esta comunidad que tanto le ha enseñado. “Es vivir la misericordia con un pueblo que vive la pobreza y el olvido”, agrega.

“Me siento agradecida con Dios por todo lo vivido, por todo lo que me ha regalado con esta experiencia. En el día a día aprendo algo nuevo de la misericordia de Dios”, acotó la Hermana Edith.