Tal vez debamos primero aclarar la definición de la palabra “casa”. No es solo un edificio, un cuarto, una estructura material. Jesús nos enseñó que la familia y la casa van más allá de las circunstancias tangibles a nuestro alrededor. Casa, y familia, para Jesús se relacionan con Dios y el ambiente en el que estamos.
Para esta semana el Señor nos está pidiendo que evaluemos cómo es nuestra relación con aquellos que están en nuestros ambientes, en nuestras mismas circunstancias, y de qué manera actuamos con las personas más débiles, los que tienen dificultades para relacionarse, o son ancianas, o aquellos con alguna discapacidad física o psicológica.
Si por lo general no son sencillas las relaciones humanas, menos lo son entre personas evidentemente diferentes.
Para esta ocasión, la Palabra nos pide un esfuerzo extra y nos evaluemos. ¿Cuántas veces abusamos de nuestra situación de padres de familia, o de capacidad para movilizarnos, no de poder adquisitivo? ¿Cuántas veces le hemos negado al otro que se exprese, que sea independiente, o que ocupe un lugar de dignidad como iguales en el hogar?
Esta debe ser una semana de examen para que dejemos de excluir a quienes son ancianos o débiles de alguna forma
Son tiempos complicados, de muchas prisas y pocos momentos de recogimiento. Por eso mismo, el esfuerzo del cristiano debe ser mayor para no caer en la tentación de pasarle al otro por encima como si no existiera.
En “casa”, que bien puede ser la parroquia, el grupo de amigos, los equipos pastorales, la oficina, el vecindario, todos tenemos el mismo valor ante Dios. Habrá quienes hayan sido vocacionados para cierta función o rol, pero no es excusa para anular al otro, menos si pinta canas.
¡Ánimo!