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Una ventana entre la vida y la Biblia – los desterrados

Una ventana entre la vida y la Biblia – los desterrados

Fue la experiencia del arrepentimiento del que se reconoce pecador, que permite pararse y recapacitar.

El destierro o exilio de Israel en Babilonia duró 70 años. Este fue un tiempo muy duro para el pueblo de Israel. Es un tiempo de arrepentimiento y de vuelta a Dios, movido por el sufrimiento que pasaron.

Muchos, ante estas pruebas, perdieron su fe.  Israel se da cuenta de la magnitud de su pecado, de que ha abandonado a Dios y su Ley de vida, que han hecho el mal, que han robado, idolatrado, asesinado, etc. Sin embargo, un grupo pequeño conservó la fe y la esperanza. Es el “resto de Israel”, como lo había anunciado el profeta Sofonías. Ese grupito del pueblo, entre los cuales se sumaban sacerdotes y profetas, luchó para reconstruir la esperanza en aquellos tiempos de crisis.

Arrepentido, el pueblo declara a Dios como Señor de la historia y suplica su misericordia

Así, arrepentidos, declaran a Dios como Señor de la historia y le suplican para que tenga misericordia. Le piden que renueve los antiguos prodigios que hizo en Egipto, al mismo tiempo que se arrepienten y suplican el perdón de su propio pecado. Israel, en el exilio, duele verdaderamente sus pecados, se arrepiente y hace serio propósito de abandonarlos, clamando a Dios por su piedad.

En esta época, el pueblo reunió los escritos antiguos, los releyó y escribió otros textos nuevos a la luz de su dura realidad ¡Se escribió una buena parte del A.T.! y fueron las voces de consuelo y esperanza de esa época el Deutero-Isaías y Ezequiel.

El pueblo experimentó a un Dios creador, que interviene en la historia; surge la ilusión de una nueva alianza realizada ya no en tablas de piedra sino en los corazones. Los libros que nos hablan de esta época son: Lamentaciones, Isaías (cap. 40-55), y el profeta Ezequiel.

Pecado y arrepentimiento

“Porque el Señor corrige a los que ama, como un padre al hijo preferido” (Prov. 3,12).

A esta etapa del destierro se la llama también exilio o deportación, y se re­fie­re so­lo a las dos tri­bus del Sur. Transcurrió entre los años 587-539 a.C. Los protagonistas: Isaías II, Ezequiel, Nabucodonosor, Sedecías.

El in­te­rés geo­grá­fi­co es Babilonia, capital del nuevo imperio. Babilonia conquistó a Judá sacó a los habitantes de Jerusalén y se llevó al exilio a los jefes y nobles del país, a los técnicos, artesanos y músicos. La vida en el destierro fue muy dura: habían perdido a su rey, su tierra, el templo… ¡todas sus seguridades!

EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL

“CHRISTUS VIVIT

(14-18)

El acompañamiento de los adultos

Los jóvenes necesitan ser respetados en su libertad, pero también necesitan ser acompañados. La familia debería ser el primer espacio de acompañamiento. También, la comunidad tiene un rol muy importante, y es ella entera la que debe sentirse responsable de acogerlos, motivarlos, alentarlos y estimularlos.

El Sínodo reconoce la necesidad de preparar consagrados y laicos, hombres y mujeres, que estén cualificados para el acompañamiento de los jóvenes. Además hay que acompañar especialmente a los jóvenes que se perfilan como líderes, para que puedan formarse y capacitarse.

Una característica especialmente importante en un mentor, es el reconocimiento de su propia humanidad. Que son seres humanos que cometen errores: personas imperfectas, que se reconocen pecadores perdonados.

Por ello, un mentor debe simplemente plantar la semilla de la fe en los jóvenes, sin querer ver inmediatamente los frutos del trabajo del Espíritu Santo. Por último, todos estos mentores deberían beneficiarse de una buena formación permanente.

De este modo, la Iglesia da una aportación fundamental a la educación integral de los jóvenes, en las partes más diversas del mundo».