Unidas a Dios a través de la contemplación

Unidas a Dios a través de la contemplación

Una paz interior siempre nos inunda cuando llegamos al Monasterio de la Visitación de Santa María. A lo interno de sus paredes vive un grupo de mujeres que hacen cosas extraordinarias por los que estamos fuera, a través de la oración y la contemplación. Son monjas que viven en claustro,  y que dedican sus días al silencio y al trabajo, alejadas del mundo, pero unidas en un solo corazón a Cristo.

Son dignas de admiración por su misión de imitarle y  de tratar de ser perfectas como él, en su caso a través de la vida contemplativa, recordando los momentos en los que Jesús se retiraba a lugares solitarios para orar.

Tienen una normativa de claustro por parte de la Iglesia. Como han optado  por este estilo de vida,  la iglesia les  protege con un Decreto Papal, el cual prohíbe a cualquier  persona entrar al Monasterio, específicamente al lugar en donde se desenvuelven a diario, sin  una causa legítima.

Esta normativa incluye también al Obispo, pero se le otorga el permiso especial al  Presidente de la República, a los Cardenales y al sacerdote en sus funciones, por ejemplo, cuando asiste para dar los sacramentos o a algún funeral; así también los médicos y trabajadores en el ejercicio de sus funciones.

Cualquiera se preguntaría, cómo es posible que estas mujeres, muchas de ellas jóvenes, soporten estar encerradas para toda la vida? Pero la respuesta llega por sí sola, cuando al entrar al lugar y al compartir con ellas, la alegría se refleja en sus ojos, en sus rostros… ellas están enamoradas de Jesús y sí, son muy felices.

Dios no defrauda

La Hermana María de Chantal Solís sintió siempre atracción por las religiosas y por el estilo de vida de servicio que llevan. En su parroquia, Nuestra Señora del Rosario de Torrijos Carter, las veía trabajar, y siempre le pareció algo especial. Estando en sexto año de la escuela y con deseos de estudiar informática, sintió mucha inquietud por la vida consagrada. Su sacerdote la invitó a una Jornada Vocacional en el Monasterio, y relata que uno de sus compañeros, monaguillo de la parroquia,  le dijo: “Tú te vas a quedar aquí”, a lo que ella respondió: “Yo aquí, jamás”.

Sin embargo, al compartir con las jóvenes religiosas, sus diferentes carismas, y su alegría, sus inquietudes se fueron fortaleciendo y se preguntaba a sí misma, si realmente Dios la quería para él.

“Frente al Santísimo le dije al Señor,  ¿qué quieres de mí?… y lloré, lloré mucho porque tenía dudas;  pero luego de un rato,   sentí una paz que me decía… aquí es. Al final de la jornada,  cada comunidad religiosa se presentaba,  y yo no me veía en ninguna otra congregación, me veía aquí con las Hermanas de la Visitación”, señaló. 

La joven salió decidida, pero algunos obstáculos se le presentarían cuando al llegar el domingo por la tarde a casa y presentarle su decisión a su mamá, ésta rompiera en llanto negándose a la misma. Hubo fuertes choques en su hogar; en esos momentos solo sintió el apoyo de su hermana gemela. Lloraba mucho, fue muy duro, porque siempre mantuvo una buena relación con su madre… entre risas comenta que ya ni le servía la comida, ni le lavaba la ropa.

“Pero la gracia de Dios es grande, pues el día que decidí entrar para quedarme, le pedí a mi sacerdote que fuera él,  junto a mi hermana gemela los que me acompañaran, sin embargo aquí estuvieron mis padres, y allí vi a Cristo”, destaca.

Su madre terminó aceptando su decisión cuando luego de un mes de no verla, y aún enojada con ella, le envió una carta en la que le decía que la extrañaba y escribió una frase que la joven lleva siempre consigo: “Si vas a ser monja, sé la monja más feliz del mundo”. Hoy tiene 22 años, es profesa temporal y tiene 4 años en el Monasterio.

Este testimonio deja claro que muchas veces,  hay jóvenes o mujeres que sienten el llamado a la vida religiosa, sin embargo se presentan algunas barreras que las hacen dudar, pero, ¿quién dijo que entregarse a Dios es cosa fácil? Lo principal es que si alguna chica se siente con la inquietud, no deje de buscar, y que cuando encuentre el lugar no tengan miedo de decir Sí al Señor, porque él no abandona, él planifica y da felicidad.

Un llamado que traspasó

fronteras

Rosana Venturini no llevaba en Venezuela una vida de católica practicante, a pesar de estar bautizada, sin embargo una situación especial en la que vio junto a su familia la presencia de Dios, hizo que se convirtieran. La joven de Caracas relata que un día sin explicación alguna sintió la necesidad de entregarse por completo a Dios, pero por dentro se decía a sí misma que estaba loca.

Hizo Cursillo de Cristiandad, y allí se reconcilió con Dios, pero no fue sino hasta que vivió una experiencia de misión que se enamoró por completo de él y de la Iglesia, aunque se negaba a aceptarlo. Tiempo después, decide confesarle a sus padres, que eran catequistas, su deseo de consagrarse religiosa. Su madre accede alegre, pero su papá se niega rotundamente y la hace dudar, tanto que abandona el deseo de ser religiosa y con mucho dolor y más dudas decide ser del mundo, pero viviendo como Dios quiere.

“Quise ser del mundo, pero eso no duró nada. Yo miraba a mi alrededor y veía cómo vivían los demás, y sentía que no podía estar más así, por lo que busqué nuevamente a Dios”.

Mirando  nuevas oportunidades viajó a Panamá, y un día en misa al comulgar,  sintió una alegría y una paz interior que le hizo confirmar su llamado. Pidió la orientación de un sacerdote que la refirió al Monasterio, el cual  visitó cada fin de semana para tener un momento de reflexión interior.

La joven Productora de Televisión y con una jefatura en uno de los canales más importantes del país, decidió dejarlo todo para entregarse a Dios, pues sintió que su amor era lo único que la llenaba.

“Yo siento que mi llamado fue real, porque yo no conocía esto, no conocía este carisma,  ni este lugar, yo no lo escogí, lo escogió él, fue su voluntad”, dijo con lágrimas en su rostro.

Este testimonio evidencia el amor de Dios, y cómo sin pensarlo, su llamado puede tocar nuestros corazones, en cualquier momento, en cualquier lugar y sin estar preparados.

Así le sucedió también a Tamara Fardales, una mujer que ama la misión. En su natal Cuba tuvo la oportunidad de acompañar a algunas religiosas visitando enfermos y pobres. Pero el llamado a la vida consagrada llegó leyendo  la vida de Santa Teresita del Niño Jesús. “No hay palabras humanas para expresar lo que uno siente en ese momento; leyendo sobre las Carmelitas, sentí algo que me atrapó y me llamó a la vida contemplativa”, destaca.

Buscó información sobre el Monasterio en Cuba, pero en ese momento no pudieron recibirle y fue referida a la Visitación en Panamá, en donde se encuentra feliz de haber aceptado la voluntad de Dios.

Una vida diferente, pero alegre

La Hermana Margarita María, Madre Maestra del Monasterio, señala que por lo general  la gente piensa que las religiosas han tomado esta decisión de vida estando ya adultas,  o porque son mujeres que no tienen  nada que hacer. Pero la realidad es que la mayoría de Hermanas que allí se encuentran han entrado muy jovencitas, casi todas a los 18 años de edad.

Desde que comienzan en el camino de la vocación religiosa, la mirada siempre es fija en Jesús, y es eso lo que le da sentido a su vida. Además es una vida de constante formación, pues primero deben pasar por la etapa de la experiencia, el postulantado, el noviciado, los votos temporales y finalmente los votos solemnes.

Cada Hermana  tiene una labor diferente en el lugar,  igual que en una casa de familia; unas limpian,  otras cocinan, otras lavan la ropa. Además son las encargadas de hacer las ostias que llegan a casi todas las parroquias del país.

Dentro de su vida sencilla, las Hermanas también dedican un tiempo para hacer deporte, el cual se ha visto frustrado en los últimos años debido a que la cancha con la que cuentan para jugar voleibol y basquetbol se encuentra en serio deterioro, por lo que solicitan la ayuda de alguna alma caritativa que las apoye en ese sentido.

Así mismo, necesitan la construcción de un muro o una cerca que les brinde protección y privacidad, pues la que tenían fue derribada y destruida por los amigos de lo ajeno.