El Catequista, discípulo y misionero de Jesucristo, está llamado a vivir plenamente su humanidad, es decir, a ser sensibles a la realidad de los destinatarios en sus alegrías, sufrimientos, esperanzas; una vocación a conocer profundamente la fe de la Iglesia, en la que entra la sensibilización social; una vocación a ser acompañantes de camino, de todos, pero especialmente de los más necesitados de cualquier clase y condición. Llevar la buena noticia de Dios creador y redentor, cuyo Hijo Jesucristo, habiendo venido entre los hombres, hecho carne, no sólo entra en la historia personal de cada hombre, sino también en la historia humana, convirtiéndose en su centro y haciendo presente el Amor en todo lo que forma el tejido de la existencia humana. No se trata de tomar liderazgos tomados de ideologías o de interpretaciones personales del Evangelio, sino de transmitir las enseñanzas de Jesucristo tal como la transmite el Magisterio de la Iglesia católica.
La catequesis, como proceso de iniciación para la vida cristiana, le corresponde incluir en el itinerario formativo, un conocimiento de la Doctrina social de la Iglesia (DSI), no como conocimiento general sino como la forma de valorar a cada ser humano desde el plan de Dios Salvador del mundo que caminaba entre nosotros como uno de nosotros. Como pedagogos de la Fe, no podemos limitarnos a conocer superficialmente a nuestros interlocutores, sino profundizar en lo que el Espíritu ha sembrado en ellos como un don también para nosotros.