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La figura del catequista como pilar fundamental del proceso de catequesis.

La figura del catequista como pilar  fundamental del proceso de catequesis.

Comisión Arquidiocesana de Catequesis

Ponemos en manos de los catequistas la tarea más importante de la Iglesia: la transmisión de la fe, la  educación en los nuevos cristianos, sean niños, jóvenes o adultos. Los catequistas tienen que ser testigos de la fe, capaces de enseñar a creer en Dios con las obras, con la vida, rezando con sus catecúmenos, acompañándolos personalmente en el surgimiento y en la maduración de su fe, en su conversión personal a Cristo y a Dios, en la renovación de su vida a medida que entran en el conocimiento y en la convivencia con Jesús, en el conocimiento de su vida y de sus enseñanzas.

El catequista tiene que ser cristiano de oración, cristiano de acción, entusiasta, dinámico, capaz de ilusionar con una nueva forma de vivir; y capaz de dar confianza, de animarle y sostenerle en el conflicto consigo mismo, con su vida, con sus ambientes.

El catequista debe ser capaz de comprender el ambiente familiar y las reacciones del niño, su ritmo de desarrollo, su manera de percibir las cosas. En el caso de los adolescentes hace falta comprender y saber responder a las muchas dificultades teóricas y prácticas que llevan en la cabeza.

Los mejores catequistas no suplen la presencia del párroco o del sacerdote responsable. Catequizar es preparar para celebrar los sacramentos con fe viva y vivir la vida real de cada día según la voluntad de Dios que se nos manifiesta en Jesucristo por medio de su Iglesia. Una labor que admite toda la   colaboración   de   los   seglares, pero   que   es   también   sacerdotal.   El sacerdote tiene que ser modelo, maestro, ayuda de los catequistas.

 Los catequizandos no pueden sentirse solos, abandonados en el mundo, sino que tienen que sentir la realidad eclesial en la que viven, en la que crecen, la comunidad tiene que ser percibida como el mundo verdadero, un mundo real y amable, el mundo del corazón, del que salen y al que vuelven, en el que se sienten a gusto y encuentran su propia identidad.

Luces. Todos   necesitamos   un   esfuerzo   para   alcanzar   la   mentalidad   de   evangelizadores

Como catequistas tenemos que trabajar ante todo para promover la fe de nuestros oyentes, no la fe de saber muchas cosas, sino la fe de aceptar cordialmente a Jesucristo como Señor y Salvador de nuestra vida; la fe de confiar en Dios y poner en Él el centro de nuestra vida y de nuestros deseos; la fe de no ser hijos del mundo, sino hijos de Dios, herederos de su gloria y ciudadanos del cielo. En contraste con un mundo que olvida a Dios y adora los bienes de este mundo.