Vivir eucarísticamente, aunque no comulgue

Vivir eucarísticamente, aunque no comulgue

Eduardo Soto P. / esoto@panoramacatolico.com

La cuarentena obligatoria -que nos impide asistir al templo, participar en la Misa y comulgar- nos ha provocado un  hermoso descubrimiento a los católicos: la comunión espiritual.

Sí, hay resistencia de algunos grupos, e incluso de sacerdotes, quienes no se explican que sean permitidas las filas en el supermercado y en las terminales de transporte, pero no en las misas.

La novedad

Pero la tensión existente no le quita lo hermoso a este regalo que nos ha dejado Dios en este tiempo de “distaciamiento social”.

Resulta que no es tan novedoso nada. El sacerdote y teólogo Pablo Cervera, en una publicación que hace en la publicación digital Manificat, nos recuerda que la comunión habitual, a la que estamos acostumbrados, apenas tiene un poco más de cien años, desde que el Papa San Pío X (pontificado 1903-1914) exhortó a la comunión frecuente. Antes de eso, no era algo regular. Inclusive, los grandes santos no eran asiduos.

Es más, hoy en día los católicos tenemos prescrito por la ley de la Iglesia comulgar al menos una vez al año, en el período de Pascua (es el llamado precepto pascual).

Aún así, la Iglesia anima a que la comunión sea “frecuente”.

Acto eclesial

El padre Cervera aborda un punto interesante: comulgar no es un acto individual, o de devoción personal, sino que implica toda una carga eclesial, es decir, comunitaria.

Más aun, si es Cristo quien es ofrecido durante la Misa, también quien comulga se ofrece a sí mismo, como parte del Cuerpo Místico de Cristo.

Puede que por enfermedad o cuarentena -como los estamos viviendo ahora- no podamos hacer mucho, pero siempre queda la belleza del ofrecimiento que hacemos al comulgar.

Un punto clave es que de ese ofrecimiento que hace la Iglesia, de Cristo y de sí misma, se benefician incluso los no asistentes.

Comunión espiritual

Es esta noción arriba expresada la que le da sentido a la comunión espiritual. “No estamos abandonados ni por Dios ni por la Iglesia, por graves que sean las circunstancias de guerra, peste o pandemia”, dice el padre Cervera.

Grandes santos como Santa Teresa de Jesús, San Pío de Pietrelcina, y San Juan María Vianney son testimonio de cómo vivir esta experiencia de la comunión espiritual.

Este últimno santo, el Cura de Ars, decía al respecto de la comunión espiritual, y que tanto le ayudó: «Cada vez que sientas que tu amor por Dios se está enfriando, rápidamente haz una comunión espiritual. Cuando no podamos ir a la iglesia, recurramos al tabernáculo; ninguna pared nos podrá apartar de Dios».

DIVINIDAD. La gracia de Dios no se ata solo a los sacramentos. Va mucho más allá.

Tomar nota

La comunión espiritual implica tres condiciones: 

• Expresar nuestra fe (Credo) y de modo particular en la presencia real de Cristo en la Eucaristía.

• Expresar el deseo inmediato de estar unidos sacramentalmente con Cristo en la Eucaristía.

• Expresar el deseo de permanecer unidos con Cristo y disfrutar los frutos que proporciona la recepción sacramental.

Fórmulas

Entre las más conocidas y populares está la comunión espiritual de San Alfonso María Ligorio. Solía decir el santo: «La comunión espiritual consiste en el deseo de recibir a Jesús Sacramentado y en darle un amoroso abrazo, como si ya lo hubiéramos recibido».Esta era su fórmula:

«Creo, Jesús mío, que estás realmente presente

en el Santísimo Sacramento del Altar.

Te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma.

Pero como ahora no puedo recibirte sacramentado,

ven al menos espiritualmente a mi corazón.

Se hace una pausa en silencio para adoración.

Como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno del todo a ti.

No permitas, Señor, que jamás me separe de ti. Amén».

Una fórmula breve es: «Yo quisiera, Señor, recibirte con aquella pureza, humildad y devoción con que te recibió tu santísima Madre; con el espíritu y fervor de los santos»