Es lamentable el despliegue mediático, con tinte amarillista que se le ha dado a los terribles asesinatos, enterramientos y torturas a los que fueron sometidos miembros de la comunidad indígena Buglé de Alto Terrón, Santa Catalina, región Ñö Kribo, de la Comarca Ngäbe-Bugle. Han sido siete asesinatos injustificables y sin una explicación coherente.
Hemos escuchado opiniones a la ligera, para nada cristianas, ni humanas, que hablan de que “así son estos indios, ignorantes, brutales” y que aprovechan para criticar la existencia de las comarcas porque “promueven el aislamiento, por la lejanía de las comunidades respecto de la civilización”. Ninguna de estas vergonzosas afirmaciones es cierta y mucho menos cercana a las enseñanzas de Jesús, nuestro Maestro, al que decimos seguir. ¿Cómo podemos siquiera pensar que un Dios de amor, que tomó nuestra carne humana, en la persona de Jesús de Nazareth, para ofrecernos la salvación, querría que en su nombre se matara a una persona para sacarle el diablo? Cada vez que Jesús, en su vida mortal, se enfrentó al mal, éste fue derrotado y la persona, fue liberada, sin sufrimiento, asesinato, ni tortura.
Seguir el ejemplo de Jesús es nuestro camino cierto, inconfundible. ¿Creemos en un dios que se complace en castigar, iracundo, vengativo?