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50 años, de una vida entregada al Señor y a la oración diaria por la humanidad

50 años, de una vida entregada al Señor y a la oración diaria por la humanidad

Junto con sus pocas pertenencias , cruzó el portón y puso un pie en el convento. Allí se quedó para siempre aquel 24 de enero de 1971. Toma el santo hábito el 8 de diciembre del mismo año. Su profesión temporal fue el 26 de enero de 1974, y la solemne el 2 de febrero de 1978.  

 

Por Betzaida Toulier U. 

Los seis años edad, después de jugar con sus hermanos se arrodillaba al pie de una gran piedra a rezarle al Señor con gran fervor. A los 18 años, tras el encuentro con un sacerdote, su vocación se fue configurando.

A la distancia, Lidia Neida -oriunda de El Jorón, comunidad del distrito de La Pintada, provincia de Coclé- recuerda la gracia que tuvo de participar en la misa de matrimonio de sus padres, pero también con tristeza, la pérdida de su madre a los 11 años de edad, al poco tiempo del nacimiento de su última hermana.

 

La Madre Superiora Sor María Isabel celebró 50 años de vida religiosa. 

 

Despertar vocacional

A los 18 años trabajó como niñera, con una familia en Almirante. Al regresar a su casa de vacaciones, encontró que había llegado a su pueblo el padre Guillermo Sosa; como buen catequista fue despertando la fe y el fervor de los campesinos, a través de los Cursillos de Cristiandad.

“Todos los que habían vivido esta experiencia hablaban de lo aprendido”, comenta Lidia Neida, atraída por los consejos del sacerdote, lo escogió como su guía espiritual.  El padre, al verla interesada, le dio varios libros para que aprendiera a amar a María, entre ellos: “El día con María”, “Conoce a María” y “La Intimidad con María”, su libro preferido.

Un día después de leer una meditación del libro salió de su casa. “Miré el celeste cielo y sentí que la Virgen me abrazaba, y tanto era el gozo, que tuve la certeza que ya no estaba sola, ni huérfana, la Virgen estaría siempre conmigo y así ha sido”, confirma.

 

Misa de Acción de Gracias celebrada por el Arzobispo José Domingo Ulloa, en el Monasterio de la Visitación.

Del cursillo al convento

Un buen día el padre Sosa le cuenta de un cursillo para mujeres en la casa de retiro Emaús, en Panamá; entusiasmada le dijo: ¡ay padre yo quiero ir! Él le dijo que solo era para señoras, “yo no creo, pero tú reza”. Sus oraciones fueron escuchadas. Entra al cursillo en casa de Emaús, en Las Cumbres, cerca del Monasterio de la Visitación.

Al entrar a la capilla de la casa de ejercicios, le impresionó el Cristo con los brazos abiertos, tanto, que lloró de emoción. Esa noche casi no durmió. Al día siguiente la despertó el toque de las campanas del Monasterio, sin saber que Dios le llamaría a ser su esposa en este convento de clausura.

Finalizado el cursillo y como es costumbre, los cursillistas dan su testimonio. Aunque tímida decidió contar su experiencia, y dando las gracias dijo: “El Señor me ha dicho que tiene algo para mí”.  Hoy, al cumplir 50 años de Vida Religiosa y como Madre Superiora, Sor María Isabel confirma que fue la fuerza de la llamada de Dios la que la llevó a dar su Sí con el consentimiento de su padre y la bendición del padre Guillermo Sosa.