En un tiempo de bullicio y fiesta, es necesario repetir el llamado a la conversión del corazón, como lo hizo Juan el Bautista, de modo que el niño Jesús nos encuentre bien dispuestos para recibirlo.
Para todo catequista, es un gran reto hablar de conversión y penitencia, en un tiempo en que todo gira en torno a celebraciones y fiestas. Pero, hay que insistir, como lo hizo Juan el Bautista, quien le propuso a la sociedad de aquél entonces, un bautismo de conversión. Los invitó a limpiar sus pecados e iniciar una vida nueva, con firme resolución de cambiar el corazón de piedra, por uno de carne. Les predicó que para que sus pecados fueran perdonados, necesitaban un arrepentimiento genuino. Cambiar de mentalidad y de vida: no solo pensar diferente, sino actuar diferente. La persona convertida, por ejemplo, mirará con otros ojos a los pobres, a los enfermos, a los que padecen necesidades; es decir, a aquellos que la sociedad excluye. De esa manera, empieza a vivir el Reino de Dios. Abandona su modo de pensar y de actuar según las normas del mundo y empieza a pensar y vivir según las normas del Evangelio.
La conversión es un proceso y Adviento es el tiempo propicio para iniciarlo.
Conversión del corazón, arrepentimiento de los pecados, comenzar una vida nueva, era el mensaje central de Juan el Bautista al pueblo de Israel. Para nosotros, el gran evento de la Encarnación, debe reforzar en nuestros corazones el llamado que Jesús nos hace hoy. Comenzar con la plena conversión del corazón, para volverse una levadura que va fermentando la sociedad y produciendo frutos nuevos. Es cierto que la conversión no ocurre de la noche a la mañana, es un proceso. Pero hay que iniciar cuanto antes y Adviento es el tiempo propicio para ello.
El adviento nos prepara para el encuentro gozoso con Jesús en la fiesta de Navidad. La gran alegría que se vive ese día es el punto culminante del cambio de vida. Y en ese culmen está la Virgen María, que nos dice: “hagan lo que él les diga”.
Luces. Llamado a preparar el corazón.
Juan el Bautista anunció la conversión del corazón para el perdón de los pecados. Hoy nos toca a los catequistas repetir ese llamado a iniciar el proceso de conversión, a enderezar la vida, a preparar los corazones quitando todo obstáculo que impida acoger al Señor Jesús, cuyo nacimiento celebraremos en la Navidad. Sin excusas, sin rodeos.