Adviento y espiritualidad de la esperanza

Adviento y espiritualidad de la esperanza

El Adviento nos invita a mirar al futuro con esperanza. En lo personal, en la familia, en nuestra vida, en la sociedad, también en la comunidad cristiana… La esperanza es algo profundamente humano. Todo el mundo espera algo (crecer, graduarse, enamorarse, formar una familia, mejorar económicamente, sanar de la enfermedad, ser bueno y feliz…). ¡Una persona sin esperanza ninguna, “desesperada”, no es en realidad una persona humana!

Pero todos sentimos también temor o incertidumbre ante el futuro: ¿cómo será mi vida? ¿qué mundo me espera? ¿conseguiré mis metas y seré feliz? ¿me alcanzará alguna desgracia?

Vivimos llenos de problemas personales, familiares, sociales…por todas partes nos llegan noticias de crisis, violencia, corrupción… ¿Qué futuro nos espera? Como personas, no podemos ser pesimistas; como cristianos, tenemos que confiar en las promesas del Señor. Él es bueno y bondadoso, nuestro salvador, nuestra esperanza. A nosotros nos toca ponernos en sus manos, vivir como Jesús nos enseñó y esperando su venida. Si pensamos en el futuro como en “el fin del mundo”, nos llenaremos de miedo y pesimismo, interpretaremos equivocadamente los acontecimientos como castigo de Dios y señales de que todo se va a acabar…Si pensamos en el futuro como “el fin de este mundo”, la liberación de todos los males y la llegada del Reino de Dios, nos llenaremos de esperanza, y nos convertiremos en mensajeros y testigos del cambio que Dios quiere y del mundo que Jesús nos llama a construir: más justo, más fraterno, más humano. Velar y orar, confiar en Dios y trabajar por un mundo mejor, son las actitudes del verdadero cristiano, siempre y especialmente en el Adviento. ¿Son también nuestras actitudes? ¿Pensamos así en el Panamá y la Iglesia que queremos?

Queremos entonces que Dios reine, que se haga su voluntad en la tierra como en el cielo, que los valores del Reino (verdad, vida, santidad, gracia, libertad, justicia, paz, amor…) se hagan realidad progresivamente. Y en este mundo tan lleno de injusticias de todo tipo (sociales, económicas, políticas, judiciales…), en el que la fraternidad y la solidaridad se destruyen con tanta frecuencia por el egoísmo, el individualismo, el materialismo y la violencia, el testimonio y la construcción del reino de Dios pasan necesariamente por compromisos reales y prácticos, a todos los niveles, con la justicia, la fraternidad y la solidaridad.

Es la hora de “menos predicar y más dar trigo”… Cada católico y cada comunidad tiene que interpelarse y buscar la forma de hacer reales estos compromisos. De lo contrario, la Iglesia perderá credibilidad, la fe se reducirá al ámbito puramente privado y devocional, la presencia y la misión de la Iglesia dejarán de ser evangelizadoras y de tener una presencia realmente significativa al servicio de la sociedad panameña presente y futura.

La equidad o justa distribución de bienes, la gobernabilidad y los problemas típicos de nuestra cultura política, la lucha contra la corrupción pública y privada, la necesidad de una justicia independiente y fiable, los múltiples problemas que aquejan a la célula básica de la sociedad (familia), la forma poco evangélica de entenderla autoridad y el manejo de la economía al interior de la misma Iglesia… son seguramente algunos puntos de partida importantes para plantear nuestra búsqueda comprometida de justicia, fraternidad y solidaridad.

Por eso, la esperanza del Adviento no puede separarse del compromiso de la fraternidad. El Adviento es tiempo de esperanza, que nos llama a la alegría porque esperamos al Señor que nos trae la salvación y la paz. Pero no simplemente a cada uno de nosotros individualmente, sino a todos como comunidad. Las lecturas hablan continuamente de naciones, pueblos, casa común, familias… Nuestro Dios es un Dios CON NOSOTROS. La salvación de Dios es comunitaria, nos invita a vivir nuestra identidad como pueblo, a vivir en paz, a caminar juntos a la luz del Señor, a dejar el individualismo egoísta y comportarnos honesta y fraternalmente. A fortalecer nuestro sentido de pertenencia a la sociedad y a la Iglesia. A luchar por la justicia, la paz, la fraternidad. Esa es la meta de nuestra esperanza, con la ayuda del Señor.

¿No es esto lo que necesita el mundo y lo que necesita Panamá? ¿No es esto lo que continuamente enseña Francisco? ¿No es esto la espiritualidad de comunión, que es el alma de todo Plan pastoral?

En Adviento, el Señor nos invita a caminar hacia el futuro con esperanza, a caminar hacia el encuentro con Dios Cada año, el Adviento renueva nuestra esperanza.

Es una riqueza y una oportunidad que no podemos perder, una verdadera y grande gracia de Dios que nos pide confianza, generosidad y compromiso. Hagamos nuestros propósitos de Adviento…