ALGUNAS NOTAS DE LA SANTIDAD EN EL MUNDO ACTUAL

ALGUNAS NOTAS DE LA SANTIDAD EN EL MUNDO ACTUAL

En su Exhortación Apostólica Gaudete et exultate (GE), sobre el llamado a la santidad en el mundo actual, Francisco se detiene a señalar, desde un punto de vista muy original y práctico, algunas notas o características que hoy deben estar presentes en el cristiano santo. Dice que “Estas notas que quiero destacar no son todas las que pueden conformar un modelo de santidad, pero son cinco grandes manifestaciones del amor a Dios y al prójimo que considero de particular importancia, debido a algunos riesgos y límites de la cultura de hoy. En ella se manifiestan: la ansiedad nerviosa y violenta que nos dispersa y nos debilita; la negatividad y la tristeza; la acedia cómoda, consumista y egoísta; el individualismo, y tantas formas de falsa espiritualidad sin encuentro con Dios que reinan en el mercado religioso actual”(GE 111).

Aguante, paciencia y mansedumbre son las primeras notas o características que comenta. Y que tienen mucho que ver, desde luego, con una actitud fundamental en la vida cristiana y uno de los pilares de la santidad: la humildad. Una persona humilde es capaz de soportar en paz las contrariedades y problemas de la vida, sin perder la paciencia ni caer en la tentación de la violencia, la agresividad, la intolerancia y los enfrentamientos continuos, tan característicos por desgracia de nuestro mundo y nuestra cultura.

  “Tal actitud supone un corazón pacificado por Cristo, liberado de esa agresividad que brota de un yo demasiado grande. La misma pacificación que obra la gracia nos permite mantener una seguridad interior y aguantar, perseverar en el bien «aunque camine por cañadas oscuras» ( Sal 23,4) o «si un ejército acampa contra mí» ( Sal 27,3). Firmes en el Señor, la Roca, podemos cantar: «En paz me acuesto y enseguida me duermo, porque tú solo, Señor, me haces vivir tranquilo» ( Sal 4,9). En definitiva, Cristo «es nuestra paz» ( Ef 2,14), vino a «guiar nuestros pasos por el camino de la paz» ( Lc 1,79). Él transmitió a Santa Faustina Kowalska que «la humanidad no encontrará paz hasta que no se dirija con confianza a la misericordia divina». Entonces no caigamos en la tentación de buscar la seguridad interior en los éxitos, en los placeres vacíos, en las posesiones, en el dominio sobre los demás o en la imagen social: «Os doy mi paz; pero no como la da el mundo» ( Jn 14,27)” (GE 121).

Centrado y firme en torno a Dios que ama y que sostiene, el santo es capaz de aguantar, soportar las contrariedades, los vaivenes de la vida, y también las agresiones de los demás, sus infidelidades y defectos. No gasta sus energías lamentando los errores ajenos, es capaz de hacer silencio ante los defectos de sus hermanos y evita la violencia verbal que arrasa y maltrata, porque no se cree digno de ser duro con los demás, sino que los considera como superiores a uno mismo (cf. Flp 2,3). Tampoco se trata de “caminar con la cabeza baja, hablar poco o escapar de la sociedad. A veces, precisamente porque está liberado del egocentrismo, alguien puede atreverse a discutir amablemente, a reclamar justicia o a defender a los débiles ante los poderosos, aunque eso le traiga consecuencias negativas para su imagen(GE 119).   

Una advertencia muy actual del Papa señala que “También los cristianos pueden formar parte de redes de violencia verbal a través de internet y de los diversos foros o espacios de intercambio digital. Aun en medios católicos se pueden perder los límites, se suelen naturalizar la difamación y la calumnia, y parece quedar fuera toda ética y respeto por la fama ajena. Así se produce un peligroso dualismo, porque en estas redes se dicen cosas que no serían tolerables en la vida pública, y se busca compensar las propias insatisfacciones descargando con furia los deseos de venganza. Es llamativo que a veces, pretendiendo defender otros mandamientos, se pasa por alto completamente el octavo: «No levantar falso testimonio ni mentir», y se destroza la imagen ajena sin piedad. Allí se manifiesta con descontrol que la lengua «es un mundo de maldad» y «encendida por el mismo infierno, hace arder todo el ciclo de la vida» ( St 3,6)” (GE 115)

Un santo triste es un triste santo…Y un santo o santa soberbio, agresivo, violento, impaciente, es más triste todavía.