Asumir como propio el proyecto del Reino

Esta semana se nos pide dar testimonio de Dios, del amor divino que hemos experimentado. Es una tarea pendiente y llegó el momento para saldarla. Si hemos tenido un encuentro profundo con Jesús, pues toca hablar de ello a todo el que se nos cruce en el camino. Pero no basta con “echar el cuento”; tiene que notarse que hemos tenido esa experiencia, y como resultado nuestra vida y visión del mundo han cambiado y nos han hecho nuevos y nuevas.

De manera concreta se puede repetir aquello de que es inconcebible un cristiano triste, amargado y pesimista.

Todo lo contrario, el cristiano que tenemos en la oficina, o en la familia o en el barrio, ha de ser quien más luz irradie, quien siempre está dispuesto al trabajo, y lo hace con alegría, convencido de que todo saldrábien porque es inspirado por Dios.

Entonces se trata de mucho más que de metáforas. Eso de “Cordero de Dios” fue muy impactante en su momento, y sigue siéndolo de alguna manera hoy, pero es un símbolo que dice muy poco al hombre de hoy, sobre todo en nuestras latitudes. 

Se requiere actualizar el modo en que transmitimos el mensaje y el impacto de Dios. Una vía idónea es con nuestra propia vida, con nuestra forma de ser y de tratar a quienes nos rodean. Lo que sale de nuestra boca impacta, pero la manera cómo vivimos y cómo asumimos los retos cotidianos, eso sí que remueve.

Toca entonces ser menos teóricos esta semana. Menos recitación y más acción, nos propone la Palabra, y la Iglesia que la proclama. 

¡Ánimo!