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“Buscar siempre la verdad”

“Buscar siempre la verdad”

El cristiano, revestido de Cristo, debe rechazar toda mentira, todo engaño, todo aquello que contradice a la justicia y santidad de la verdad.

 

Por Monseñor Audilio Aguilar A.

Todos hombres se ven impulsados por su misma naturaleza a buscar la verdad. Están obligados también a adherirse a la verdad una vez que la han conocido y a ordenar toda su vida según sus exigencias.  El ser humano en su conciencia siente el deseo de buscar todo lo que es bueno y verdadero.

La veracidad, sinceridad o franqueza es la virtud que consiste en mostrarse veraz en los propios actos y en decir verdad en sus palabras, evitando la duplicidad, la simulación y la hipocresía.

Vivimos en una sociedad donde muchas veces la mentira y la falsedad se nos presentan como verdades.  El cristiano tiene que discernir para no equivocarse, y orientar su vida siempre en la verdad.  Dios es la verdad y por lo tanto no se puede andar en el engaño.

En Jesús, la verdad de Dios se ha manifestado en plenitud.  Jesús es la “luz del mundo”, la “verdad”.  El que le sigue “no camina en tinieblas”. Seguir a Jesús es vivir del “Espíritu de Verdad” que el Padre envía en su nombre y que conduce “a la verdad completa”.  Jesús enseña   a sus discípulos el amor incondicional de la verdad.

Cristo, ante Pilato, proclama que su misión es dar testimonio de la verdad. Jesús dirá a Pilato: “Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad” (Jn 18, 37). El testimonio de la verdad puede darlo el hombre, pero “ser la verdad” es un atributo exclusivamente divino. Cuando Jesús, en cuanto verdadero hombre, da testimonio de la verdad, tal testimonio tiene su fuente en el hecho de que Él mismo “es la verdad” en la subsistente verdad de Dios: “Yo soy… la verdad”.

 

   El cristiano, revestido de Cristo, debe rechazar toda mentira, todo engaño, todo aquello que contradice a la justicia y santidad de la verdad.

 

No podemos buscar la Verdad que es Dios mismo y vivir en el engaño, o en la actitud que el mismo Jesús recriminó a sus adversarios en la hipocresía.

Si la verdad hace libre al hombre, la mentira lo esclaviza. Todos, tristemente, tenemos la experiencia de cómo una sola mentira, aparentemente inocente, desencadena una serie de mentiras para sostener la primera. Hay vidas que se han construido sobre los cimientos falsos de una mentira. Los protagonistas de esas vidas viven siempre con el terror de ser descubiertos y de que su edificio se derrumbe

Los secretos profesionales que obligan a médicos, juristas, militares y otros, a las confidencias hechas bajo secreto deben ser guardados, salvo los casos excepcionales en los que él no revelarlos causaría grave daño a quien los ha confiado, a quien los ha recibido o a un tercero. Asimismo, cualquier información privada perjudicial al prójimo, aunque no haya sido confiada bajo secreto, no debe ser divulgada sin una razón grave y proporcionada.

Dios nos ha dado la facultad de hablar para comunicar la verdad.  Nuestras palabras deben estar al servicio de la verdad y de la caridad.  La lealtad, la sinceridad, la simplicidad… son virtudes que contribuyen al bien de todos.  También la prudencia, la discreción, el respeto… son virtudes que regulan lo que convendrá decir, y cuándo, cómo y a quién habrá que decirlo.

Apartemos nuestro actuar de la mentira y del engaño, y aunque en este actuar aparentemos ser minoría, seamos conscientes de que nuestro Dios, es el Dios de la Verdad.