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Sueños rotos, familias separadas y vidas marcadas por el sufrimiento

Sueños rotos, familias separadas y vidas marcadas por el sufrimiento

Luego del IX Encuentro de obispos de Frontera sobre la Movilidad Humana de las Conferencias Episcopales de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe, los prelados publicaron una declaración sobre la problemática de la migración que comienza con las palabras: «Libres de elegir si emigrar o quedarse».

 

Por Marianne Colmenárez

Con nueve meses de embarazo, la joven nicaragüense María Fernanda Mendoza se entera que ha quedado totalmente sola en Panamá.  Con 25 años de edad espera a su primer hijo, y entre lágrimas relata que su esposo Wilmer lo habían deportado, luego de estar mes y medio detenido en el albergue masculino del Servicio Nacional de Migración.

“Cuando me entero de lo sucedido sentí mucho temor y tristeza, aunque traté de tomar calma porque sé que todo lo que yo sentía, afectaría a mi bebé”, afirma María Fernanda.

 

Nunca imaginó tener a su bebé bajo estas circunstancias.

A su esposo Wilmer Salguera de 32 años, lo detuvieron en la Estación del Metro 5 de mayo, venía de su trabajo como vigilante de seguridad. “Yo le esperaba como todos los días en el cuarto que alquilamos en Nueva Libia, San Miguelito”, afirmó que su marido se encargaba de pagar la renta, 240 dólares mensuales.

Manifiesta que el único delito que Wilmer cometió fue entrar, junto a ella, de manera irregular a Panamá. “No teníamos para presentar en la frontera la solvencia económica exigida, entre los dos necesitábamos mil dólares. Salimos de Managua con la esperanza de que nuestros días mejorarían”, asegura que el sueldo no les alcanzaba ni para comer, vienen de familias muy numerosas y por eso decidieron salir de su patria.

Para el momento de la entrevista, María Fernanda se encontraba en la sede de Fe y Alegría, ubicada en Las Mañanitas. Allí le brindaron asistencia humanitaria, le donaron una bolsa de alimentos y coordinaron su mudanza.  Como ya no tenía como pagar la renta, el equipo jesuita le ofreció espacio en la casa de acogida de migrantes ubicado en la misma sede.

 

Redes de apoyo

Según Alberto Agrazal, promotor social de Fe y Alegría, buscan coordinar las gestiones necesarias para que el Servicio Nacional de Migración pueda concederle una visa humanitaria que le permita vivir sin temores de ser deportada. “Hemos trabajado este caso con el apoyo de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Defensoría de Pueblo”, destacó.

Señala Agrazal, que el caso de María Fernanda fue conocido gracias a la Trabajadora Social del Centro de Salud de Torrijos Carter, quien al ver las condiciones de pobreza extrema y el estado emocional en la que se encontraba, contactó a OIM y estos, seguidamente a Fe y Alegría.

“Estamos buscando posibilidad de que le permitan a su esposo retornar, ya que es el único que puede sostenerle económicamente”, comentó.

La historia de María Fernanda y Wilmer es una de miles de realidades marcadas por el dolor que causa el descarte y la globalización de la indiferencia.

 

“Es una realidad que nos sobrepasa”

En Panamá, según declaraciones del ministro de Seguridad Pública, Juan Manuel Pino, la migración pasó a ser un problema de seguridad nacional, debido al aumento del número de migrantes entre julio y agosto de este año, de 2500 a 3000 personas diarias.

Al respecto, Samira Gozaine, directora del Servicio Nacional de Migración, señaló que en 2016 cuando Panamá hablaba de crisis migratoria, 25437 migrantes habían pasado por Darién, pero en lo que va de este año ya van 308000, con los consecuentes daños ecológicos, ambientales y de salud, que representa para las comunidades de acogida.

De ese porcentaje de migrantes, el 21 % son niños y el 50 %, menores de cinco años de edad.

“Es una realidad que nos sobrepasa. 171023 personas son venezolanos, casi 40000 son ecuatorianos y casi 35000 son haitianos. Además, ya tenemos un número que va en aumento de ciudadanos chinos, porque los traficantes de seres humanos se han percatado que esta nacionalidad paga dinero para llegar a su destino”.

 

Defensores de la dignidad

Motivados por esta situación urgente y preocupante que vive el continente, los obispos de la zona de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe se reunieron en San Salvador del 21 al 25 de agosto para analizar la realidad migratoria de la región, compuesta por diversos corredores migratorios que tienen como principal destino EEUU.

Obispos comprometidos en defender la dignidad.

De esta IX reunión de obispos de Frontera sobre movilidad humana, suscribieron un manifiesto en el que exhortan a las autoridades a adoptar políticas migratorias justas y humanas que respeten la dignidad y los derechos fundamentales de todos los migrantes.

“Es esencial promover la cooperación regional y global para abordar las causas profundas de la migración forzada y trabajar juntos en la búsqueda de soluciones sostenibles, de tal modo que cada persona sea libre para migrar o quedarse”.

Reconocen que cada persona que se ve obligada a dejar su hogar, lleva consigo una historia única y dolorosa. “Detrás de cada persona que emigra forzosamente hay sueños rotos, familias separadas y vidas marcadas por el sufrimiento”, expresan en el comunicado.

Por tanto, están llamados a defender la dignidad y los derechos de todos los seres humanos, independientemente de su origen o estatus migratorio.

“Nos duele ver como tantas personas son víctimas de la trata, abusos y discriminación en su travesía hacia un futuro mejor y como las fronteras que deberían ser lugares de encuentro y fraternidad son símbolos de muerte y exclusión”.

 

El 24 de septiembre, la Iglesia Universal celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado.

 

Jornada Mundial del Migrante y Refugiado

Para la 109 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, a celebrarse el próximo 24 de septiembre, el papa Francisco a través de su mensaje busca promover una renovada reflexión sobre un derecho aún no codificado, “el derecho a no emigrar”.

Los prelados explican que se trata de ser libres de emigrar o quedarse. Se suman a la iniciativa del Santo Padre porque reconocen que el desarrollo humano integral es el camino para asegurar vida digna para todas las personas, especialmente las vulnerables.

 

Protección para los migrantes

Monseñor José Domingo Ulloa, arzobispo de Panamá y presidente de la sección de movilidad humana de la Conferencia Episcopal Panameña, expresa la necesidad de incidir en los países de origen, analizar sobre qué condiciones políticas se están dando, “cuando no se cumplen los derechos humanos hacen que la migración sea forzada”, expresó.

“El papa Francisco nos dice que el migrar es una decisión libre, pero también el no migrar es un derecho” dijo.

 

Para Ulloa, los países limítrofes tienen mucha responsabilidad. “Han mirado para otro lado, no han tomado las medidas adecuadas para controlar este fujo migratorio que sobrepasa las capacidades”.

 

Reconoce los esfuerzos que se han hecho por parte del Estado panameño y considera que es el momento oportuno que como autoridad y sociedad desenmascaren la trata de personas que está en el fondo de este desbordamiento migratorio. «No solo desenmascarar, sino aplicar todo el rigor de la ley a los coyotes y a la trata de personas», añadió.