“Busqué una salida a las drogas con el crucifijo en la mano”

“Busqué una salida a las drogas con el crucifijo en la mano”

En medio de una verdadera fiesta de la Iglesia universal en el campo San Juan Pablo II se vivieron momentos muy especiales.

Durante la vigilia, tres jóvenes compartieron su testimonio al sucesor de Pedro y a los peregrinos del mundo que se dieron cita en uno de los eventos más im-portantes de la JMJ.

El Santo Padre les escuchó atentamente, para luego compartir su sabia y pro-funda reflexión.

Uno de esos testimonios fue el del joven panameño Alfredo Martínez Andrión, quien es el mayor de siete hermanos. Bautizado, confirmado, monaguillo en la parroquia Virgen de Fátima y actual participante del Centro San Juan Pablo II.

Alfredo explicó que cuando tenía 16 años la situación económica de su familia empeoró, al extremo que a veces no tenían para comer. “Tuve que abandonar el colegio y comenzar a trabajar en la construcción vial junto a mi padre hasta que terminó dicho proyecto”.

Las cosas se complicaron

y se quedó sin trabajo: Sin empleo las cosas toma-ron otro color: sin colegio, sin ocupación y sin trabajo”. Con esta realidad de su vida, contó que comenzó a consumir drogas y abandonó las actividades de la Iglesia. “Con el tiempo el mundo de la droga me llevó a la cárcel, donde cumplí una pena de 12 meses. Una vez salí traté de mejorar, pero sin la ayuda profesional era imposible. Recaí nuevamente en la marihuana y los problemas continuaron. Parte de mi familia me rechazaba”.

Una luz en el camino

Trató de buscar una salida con el crucifijo en la mano, llegando así al Centro San Juan Pablo II, lugar donde encontró un hogar, un apoyo y algo muy importante: hermanos que le animaron en el camino de la resocialización.

Para Alfredo, el Centro fue el medio que le enseñó nuevamente a confiar en Dios y, a través de Él, a confiar en los demás.

“ Y aquí estoy, luchando por mi familia, ya que soy el único sustento económico para ella. Quiero decirles a los jóvenes del mundo que Dios nos ama y nunca nos abandona. Somos dueños de nuestros propios actos, pero si estamos con Dios todo va a salir bien. No teman en decirle a Jesús “¡Hágase en mí según tu palabra!”, concluyó el joven.