En Panamá son 68 laicos voluntarios que reciben asesoría espiritual de sacerdotes de la familia vicentina. Tienen ocho capítulos que trabajan en Colón, Pilón, Las Cuestas, La Colorada, David, Volcán, La Concepción y Puerto Armuelles.
Elizabeth Muñoz de Lao
Desde hace 407 años, voluntarios católicos, inspirados por san Vicente de Paúl y santa Luisa de Marillac, realizan una labor titánica e ininterrumpida en favor de los más necesitados.
Todo surgió en 1617 con la fundación de la Asociación Internacional de Caridades, que actúa haciendo honor a su lema: “Ciudadanos del mundo, caminando unidos en la esperanza”.
Y así, para traer esperanza, llegó a Panamá en 1985, llevando a la práctica su forma de trabajo con los más vulnerables, según dio a conocer su presidenta nacional, Jolene Corella, desde Puerto Armuelles, Chiriquí.
“Somos una fuente transformadora de inspiración cristiana, agentes de pastoral que, prioritariamente, se enfoca en las mujeres que sufren maltrato, discriminación y rechazo de la sociedad por ser madres solteras”, explicó Corella.
Sin embargo, su misión es luchar contra toda forma de pobreza y exclusión, mediante iniciativas y proyectos transformadores.
Trabajo y caridad
Promueven el emprendimiento a través de talleres de cocina, manualidades, costura y educación en escuelas Vivir y Convivir. También apoyan con alimentos secos y preparados a los albergues de ancianos, distribuyen permanentemente 100 bolsas de comida, además de gestionar mobiliario y calzados para los abuelos.
Donan útiles escolares para los niños, así como de aseo personal para adultos y enfermos encamados, y canastillas para bebés de madres solteras.
También se preocupan por la Casa Común, y el 29 de septiembre celebran la Fiesta de la Creación con la siembra de árboles para el cuidado del ambiente.
Asimismo, realizan seminarios en conjunto con el Ministerio de Desarrollo Social y UDELAS. “Reunimos a hombres y mujeres en diferentes seminarios y talleres para que puedan mejorar su calidad de vida y aumentar sus ingresos. Trabajamos desde el encuentro con los más necesitados, alentándolos a descubrir sus fortalezas, apoyándolos con educación”, destacó.
A los discapacitados se les provee de medicamentos, alimentos, visitas domiciliarias, andaderas, sillas de ruedas, y muletas.
Benefactores
“Esa es nuestra caridad hacia los más necesitados, un trabajo que ha trascendido y por el cual empresas y benefactores particulares nos hacen donaciones mensuales para ayudar a otros”, informó.
La Iglesia destina fondos para correr con los gastos de funerales, pero, además, se realizan tómbolas, venta de alimentos, ropa en buen estado, cuyas ganancias son para comprar alimentos secos.
Asimismo, se ayuda en la tramitación a quienes califican para los programas de inclusión y subsidios del Estado.