,

Centro Turístico Mi Pueblito: tres culturas convergen en las faldas del Cerro Ancón

Centro Turístico Mi Pueblito: tres culturas convergen en las faldas del Cerro Ancón

Desde la basílica de Natá, que está cerrada al público mientras es reparada, hasta la casa cural del sacerdote del pueblo, son exhibidas en el lugar. También los vestuarios de los antillanos.

 

Por Elizabeth Muñoz de Lao

Si hay un sitio en la ciudad capital que refleja, a la vez, la cultura del campesino, del afrodescendiente y del indígena sin desplazarse más que unos pasos, ese es el Centro Turístico Mi Pueblito, ubicado en un lugar emblemático: las faldas del Cerro Ancón.

Aunque ha sido descuidado durante años, está en reparación pues sus instalaciones se deterioraron durante la pandemia por COVID-19.

Allí convergen el pueblito interiorano, el afroantillano y el indígena, este último no está abierto al público debido a los trabajos de restauración, informó la guía turística, Bárbara Matías.

 

Horario: De 8:00 a.m. a 4:00 p.m. de lunes a domingo. La entrada es de B/.1.00 para nacionales y B/.3.00 para extranjeros.

 

Ambiente campesino

La casa del campo, con su radio, tinajeras y vitrinas antiguas.

En el pueblito interiorano, el visitante puede ver desde las planchas de antaño, que se usaban con carbón, pasando por una escuela antigua y multigrado, la telegrafía, la casa cural y la habitación del sacerdote del pueblo; la réplica de la Basílica de Natá de Los Caballeros, la barbería (donde el barbero también extraía muelas), las tiendas de artesanía, la casa campesina con sus tinajeros, la radio y las vitrinas de la época, el restaurante (en remodelación) hasta llegar al Museo de la Pollera.

En él se pueden apreciar trajes típicos de distintas regiones del país, incluida la pollera que ganó en el Miss Universo como el mejor traje típico del mundo, lucida por la panameña Gilda García.

 

Colorido antillano

En el pueblito afroantillano, el colorido de sus casas alegra el ambiente. Son réplicas de las habitadas por los antillanos que llegaron a Panamá para la construcción del Canal. Destaca la Casa Müller, que en realidad es apellido alemán, aunque los panameños la pronuncian “Miller”, así como su restaurante y la iglesia.