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¿Cómo educar a los niños luego de una separación?

¿Cómo educar a los niños luego de una separación?

Las parejas que deciden separarse deben comprometerse con la educación de sus hijos, tratar de llegar a acuerdos a la distancia, que beneficie a seguir educándoles por separado.

 

Por Marianne Colmenárez

Los deberes de los hijos es responsabilidad de mamá y papá, aunque la pareja se divorcie. Generalmente el niño se queda con la madre, y es a ella a quien le toca acompañarle diariamente en sus estudios, en algunos casos una tarea titánica cuando el hijo presenta efectos negativos en su comportamiento, como consecuencia de la separación.

Algunos muestran apatía al estudio e incumplimiento en las tareas, baja autoestima, problemas de conducta y bajo rendimiento escolar.

Patricia Garrido, madre de Daniel de siete años, pasó por una separación. Asegura que esta experiencia puede llevar a los más pequeños a experimentar cambios repentinos de comportamiento.  “En ese proceso, los niños llegan a desenfocarse en los deberes escolares, puesto que la comunicación entre papá y mamá se afecta”, afirmó.

Ella recomienda que lo primero es acudir a un especialista, quien dará las pautas de cómo llevar el proceso de la separación, para que el niño no salga lastimado. “Los padres deben hacer el esfuerzo de comunicarse para ponerse de acuerdo en cuanto a las reglas de las casas separadas. El niño debe sentir el apoyo y el ejemplo de sus padres enfocados”, expresó Patricia. 

Como ejemplo comparte que, indiferentemente con quien se quede el niño el fin de semana, debe hacer las tareas y seguir asistiendo a la misa del domingo. 

 

La ruptura familiar influye en el desarrollo emocional de los niños, su rendimiento escolar y su capacidad de relacionarse.

 

La enfermera especialista en Salud Mental, Nanett González Mojica, señala que “se debe evitar el juego cruzado de información, que es donde ambos padres solicitan que les traiga novedades, les convierte en emisarios emocionales, diciendo al hijo lo que se desea decir a la pareja. Les presionan preguntándoles:  qué dice tu mamá o qué dice tu papá. Ponen a los hijos en medio de una situación muy difícil, porque para ellos no es fácil aceptar o rechazar a uno de los dos padres”.

 

Desde el amor

“Más que hablarles necesitamos escuchar a nuestros hijos, sus miedos, sueños y preocupaciones.  Ellos tienden a sentir que son culpables por la separación y siempre van a querer llamar la atención, en mi caso mi hijo comenzó a orinarse”, manifestó Patricia Garrido.

Recomienda a los progenitores que lleven un proceso de comunicación activa con los hijos y se hable sobre los cambios que se van a dar a raíz de su separación. Esto reduce el estrés del niño evitando involucrar a éste en conflictos y discusiones de la pareja.

Destaca que, en este nuevo proceso, “el niño no debe ser disciplinado con correas, ni chancletazos”.

 

Prudencia a la hora de corregir

Si se da el caso de que llegas a casa después de un largo día de trabajo, y te encuentras con los hijos que no han tocado los cuadernos y de paso observas que no tienen la mínima preocupación por cumplir sus responsabilidades  escolares: haz una pausa  y respira.

Nanett sugiere que lo importante es corregir sólo sobre lo que es verdaderamente importante. “Los padres de familia que deben ser prudentes a la hora de reprender a los hijos, nunca cuando esté con la moral baja y menos delante de los demás. Se deben evitar conversaciones subidas de tono cuando los hijos o los padres estén cansados”, destacó.

La mamá de Daniel comenta que no es fácil, pero … “hay que aprender a escuchar más a nuestros hijos, educarles con paciencia y amor… El amor te cambia, te ayuda, es tu soporte, tu fuerza y te cancela esas malas formas de educar”.

 

Algunas recomendaciones: 

La especialista en Salud Mental sugiere a los padres:

– Intentar llevarse lo mejor posible.

– No criticar al otro progenitor.

– Que el hijo siga llevando la misma rutina o la más parecida a la que tenía cuando sus padres vivían juntos.

-Mantener una buena comunicación de respeto entre los padres, donde prevalezca los derechos del menor y la salud mental de su hijo.

Si todo esto se puede lograr, la felicidad del menor sí es posible, pero eso depende de la madurez de ambos padres.