Los Obispos de la Iglesia Católica en Panamá nos hemos reunido en la segunda Asamblea Ordinaria Anual, entre el 3 y el 7 de julio de 2017. En un espíritu fraterno y de comunión eclesial hemos analizado y reflexionado, gracias al aporte y ayuda de colaboradores que se desempeñan en los diversos servicios de la Conferencia Episcopal, así como de personas que, por la naturaleza de su labor, nos ilustraron e hicieron valiosos aportes durante estos días. Es así que, invocando al Espíritu Santo, queremos compartir con ustedes este comunicado que ilumina la realidad eclesial y social del país en este momento de la historia.
I. REALIDAD ECLESIAL
1. La JMJ ya se vive en Panamá
Con mucha alegría y compromiso ya se está viviendo la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en nuestro país. Con la aprobación del himno y el logo oficial, la conformación del Comité Organizador Local y de las comisiones diocesanas para los días en las diócesis de Panamá, Costa Rica y Nicaragua, se ha configurado la estructura formal para avanzar con pasos firmes en los procesos de organización y comunicación.
Un factor de mucha bendición y animación para los fieles ha sido la presencia de la cruz peregrina y el icono de la Virgen de la JMJ, que han reavivado los corazones del pueblo de Dios, en los lugares en los que se han hecho presentes. Formalmente estos signos de la Jornada Mundial de la Juventud serán entregados a México, en el Encuentro Juvenil Arquidiocesano el 20 de agosto del 2017, para luego continuar por Centroamérica, El Caribe y concluir en Panamá.
Es necesario despertar la alegría para ser anunciadores del Evangelio en el mundo juvenil y que en todas las parroquias se abran los espacios donde los jóvenes de nuestro tiempo encuentren respuesta a sus grandes desafíos. En consecuencia, urge desarrollar una catequesis que sea un camino de discipulado para los jóvenes hacia la JMJ, que los lleve a vivirla como un encuentro con el Señor y sea el punto de partida para una nueva evangelización del mundo juvenil.
Panameños y panameñas tenemos la oportunidad de engrandecer nuestra Patria, a través de esta Jornada Mundial de la Juventud. Redescubramos nuestras capacidades y habilidades que históricamente hemos demostrado. Abramos la mente, el corazón y las puertas de nuestros hogares para recibir a la juventud peregrina en el 2019.
2. Gratitud al Señor Nuncio
Hacemos pública nuestra gratitud al Señor Nuncio Apostólico, monseñor Andrés Carrascosa Coso, quien ha sido designado por el Santo Padre para servir en su nombre en el hermano país de Ecuador.
Monseñor Andrés ha compartido parte de nuestra historia eclesial y social, durante los últimos ocho años, caminando en muchas oportunidades entre nuestras comunidades, que le han manifestado su amor y adhesión al Santo Padre Francisco y a su representante en Panamá.
3. Visita Ad Limina
Damos gracias a Dios por la experiencia vivida con motivo de nuestra reciente Visita Ad Limina, en la que se ha manifestado, de una forma más visible, la comunión de la Iglesia de Panamá con el Sucesor de Pedro, así como la comunión fraterna entre nosotros.
Constatamos el ambiente de alegría y acogida con que hemos sido recibidos, tanto por el Santo Padre como por los distintos organismos de la Santa Sede.
II. REALIDAD NACIONAL
1. Defensa de la familia no
es discriminación
Para la Conferencia Episcopal Panameña, la promoción y la defensa de la institución familiar es una misión y preocupación permanente, no solo cuando está amenazada por sectores que quieren imponer una ideología que va contra la naturaleza humana, sino también en las situaciones difíciles para su desarrollo.
Afirmar que la defensa de los valores de la familia es discriminar o que por ello se es homofóbico es distorsionar la verdad. La familia y el matrimonio se consagran en la constitución nacional, pero, además, anteceden a la religión, al Estado y a sus leyes, “imponiéndose” a ellos, tal cual son, en virtud de su intrínseca fuerza y belleza. No es una defensa que parte únicamente de la Iglesia sino de toda la sociedad preocupada por la deformación a la que quieren someterla.
Pretender acallar la voz de la Iglesia Católica es absurdo, porque tiene el derecho y el deber, como el resto de la sociedad, de hacerla sentir cuando ve amenazadas células fundamentales de la sociedad, como son el matrimonio y la familia.
La familia, como dice el Papa Francisco en la “Amoris Laetitia”, se ve amenazada por una serie de circunstancias que nacen de un cambio antropológico, que condiciona la vida humana en la actualidad. Ese cambio se traduce en una afectividad narcisista, inestable y cambiante; en una mentalidad antinatalista, el debilitamiento de la fe y la debilidad de las familias; y en una serie de problemas familiares que nacen de situaciones de pobreza, falta de educación, vivienda, salud, empleo; abuso y explotación sexual infantil, migración forzada, trata de personas, y una lista de nunca acabar.
Se hace necesario, desde la óptica y metodología de la “Amoris Laetitia”, poner en práctica los mecanismos de acoger, acompañar, discernir e integrar a fin de que todas las familias y parejas se sientan parte de la vida eclesial. En ese aspecto, es fundamental, la preparación de las parejas al matrimonio, a través de procesos de formación que les permitan confirmar su amor en alianza sacramental y a la vez darles seguimiento pastoral.
Por otra parte, queremos insistir en la irremplazable tarea de los padres en ser los primeros responsables en la educación de sus hijos, por lo que cualquier propuesta que no respete este derecho es injusta y va en contra del proceso de construcción de una sociedad estable y humana.
2. Atención a los necesitados
En diversas ocasiones, hemos reiterado que no hay crecimiento sin desarrollo humano, y no hay desarrollo humano sin instituciones sólidas, y no hay instituciones sólidas sino en la medida en que sean independientes y respondan a las necesidades y las aspiraciones del pueblo, a cuyo servicio debemos estar los que, de alguna forma, hemos sido constituidos en autoridad.
Ante la indiferencia generalizada por el dolor y el sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas, a quienes hemos empobrecido con nuestras actuaciones, decisiones e indiferencia, el Papa Francisco ha establecido la JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES, a celebrarse cada año el Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario, que este año será el 19 de noviembre, con el lema “No amemos de palabra sino con obras” para que no permanezcamos inactivos ni resignados.
Nos preocupa, de manera particular, la juventud por las pocas oportunidades que se le ofrecen para su desarrollo personal, profesional y espiritual ante las ofertas de organizaciones delictivas que les proponen una vida sin esfuerzo alguno, sin ética ni moral, teniendo el riesgo de involucrarse con el crimen organizado.
El acceso a la atención médica y a las medicinas, las carencias en centros de salud y hospitales con personal idóneo y el equipo médico especializado para atender las necesidades de la población, son otras de las problemáticas que enfrentamos como país.
Creemos que se requiere una política de estado con una visión más integral en la que se aborde de manera global las distintas problemáticas, involucrando a todas las instituciones, para ofrecer una respuesta permanente a las inquietudes de la comunidad.
3. Respeto a la naturaleza
La minería tanto a cielo abierto, como la clandestina, con sus efectos en el medio ambiente, los irreparables daños a la tierra y a las fuentes hídricas ponen al descubierto la necesidad de una legislación que regule con firmeza la explotación de los recursos mineros.
También el desordenado y abusivo consumo de agua de los ciudadanos y la no previsión de futuro por parte de las autoridades competentes, ha llevado a la búsqueda de nuevas fuentes de agua potable, optando en algunos casos por la posibilidad de nuevos embalses. Esto exige prever las afectaciones para los habitantes de las zonas implicadas.
Por ello, hacemos un llamado a todos los implicados para que:
– Garanticen el respeto a los derechos de los campesinos: derecho a la tierra y a su forma de vida, derecho al sustento necesario para vivir.
– Garanticen el acceso de estas comunidades a condiciones de vida dignas: con servicios de agua potable, electricidad, escuelas, centros de salud y carreteras, etc.
– Promuevan una nueva cultura de la responsabilidad en el uso del agua, tanto por las instituciones que la proveen como de los ciudadanos que la desperdician y contaminan.
Ponemos nuestros trabajos, preocupaciones e ilusiones en manos de la Madre, Santa María La Antigua, para que nos ayude a ser, como Ella, una Iglesia acogedora, servidora y en salida, para que Cristo sea conocido y amado por todo el mundo.