La feligresía de la parroquia Nuestra Señora de Los Ángeles vivió con alegría la consagración del altar donde Cristo se hace presente. Una celebración llena de simbolismos y enseñanzas para nuestra vida cristiana.
Por Betzaida Toulier U.
El altar estaba desnudo: sin manteles, candeleros y cruz, pero luego el sentido pedagógico de los ritos de consagración del altar, fue llevando a los presentes a comprender lo simplemente ordinario en algo extraordinario, un lugar sagrado para el encuentro con Dios, recibir los sacramentos y celebrar la Eucaristía.
En un ambiente solemne inició el rito de consagración del Altar de la parroquia Nuestra Señora de Los Ángeles, presidido por el arzobispo de Panamá, monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, y concelebrado por frailes agustinos, entre ellos, el párroco, Raúl González.
Importancia del rito
Se trata de la ceremonia – decía San Gregorio de Nisa, en el Siglo IV -, donde una piedra común pasa a ser una mesa santa, un altar inmaculado; dedicado a celebrar el Santo Sacrificio.
En su homilía, el arzobispo lo corroboró: “no es simplemente una mesa; es el lugar donde Cristo se hace presente en el sacrificio de la Eucaristía, ofreciéndose a nosotros como alimento espiritual y signo de su amor infinito”.
Explicó el sentido de la consagración del altar. “Mientras ungimos y consagramos este altar, pedimos a Dios que lo llene de su santidad; pero también es un llamado para que nosotros nos consagremos nuevamente a Él”, dijo.
Dirigiéndose a los fieles les expresó que “este altar será testigo de las oraciones de esta comunidad, de las lágrimas de quienes buscan consuelo y de la alegría de quienes celebran la fe”.
Invitó a los presentes y a los que seguían el rito de consagración por la pantalla de FeTv, a vivir en la presencia de Dios, con corazones agradecidos y manos dispuestas a servir.
En esta solemne celebración se depositó debajo del altar, la reliquia de San Nicolás de Tolentino, considerado primer santo de la Orden San Agustín.
Rito de consagración
La ceremonia comenzó con la purificación del altar para su consagración; luego las Letanías de los Santos, y la aspersión con el agua bendita rociando al Pueblo de Dios y el nuevo altar.
Acabada la aspersión, el arzobispo se cambió de ornamentos morados a los de color blanco. Luego se dirigió hacia el altar para depositar (debajo), la Reliquia de san Nicolás de Tolentino, considerado primer santo de la Orden San Agustín.
En la consagración del altar, se conjugan tres elementos: “el aceite del Santo Crisma, la luz y el fuego”. El aceite significa que este altar está dedicado a Dios; la luz representa la Palabra que nos iluminará en nuestro caminar y el fuego para que arda en el corazón el Espíritu de Dios que habita en el hombre.
Terminada la unción, se quemó incienso sobre el altar. Laicos de la parroquia colocaron los manteles, candeleros y cruz, con lo cual el altar se reviste de dignidad.