¿Cuántas veces has pedido a Jesús y sientes que es sordo a tus peticiones? Seguramente piensas que está ocupado en otros asuntos más importantes y está algo apático contigo. Como joven católico, debes estar muy seguro de que siempre te escucha, a Dios le encanta responder a nuestras oraciones. Nos dice en su palabra: “antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído…” Isaías 65:24.
En muchas ocasiones, todos aferrados al amor de nuestros seres queridos, hemos orado para que sane a nuestra abuelita o al perrito que está muy enfermo, pero ¿por qué realmente pides por eso?, ¿piensas que no superarás el dolor? Somos personas egoístas y equivocadamente quisiéramos que nuestros familiares o amigos fueran eternos.
Dios no es malo por haberse llevado al ser amado. Nuestra oración debe ir orientada para que el Padre sea glorificado, no para cubrir nuestras necesidades.
Para el sacerdote Alfredo Uzcátegui, hay que partir desde el comienzo con respecto al tema de la oración. “Debemos orar no hasta que Dios nos escuche, sino hasta que nosotros escuchemos a Dios”.
En Eclesiastés 5, 1-5 nos indican que tenemos que cuidar la manera en la cual nos acercamos al Señor. “Acércate más para oír que para ofrecer el sacrificio de los necios, quienes no saben que hacen mal.” Se nos dice tanbién que nuestras palabras sean pocas.
Dios no es el genio que sale de la botella para conceder deseos. Él trasciende más allá, Él es todopoderoso y quiere que sus hijos le busquemos y no que andemos esperando respuestas a oraciones egoístas.
Agrega el padre Alfredo que hay que decirle tal como sus discípulos lo hicieron: “Jesús enséñanos a orar”. En sus parábolas nos enseña sobre la necesidad de orar siempre y no desmayar. No podemos orar una vez y ya. “Los que claman a Él día y noche recibirán de su justicia (Lucas 18:7).
Que nuestra conversación con Dios no sea por obligación, ni por ritual, se perdería el propósito, siempre debería estar presente la pasión y el deseo de estar íntimamente con El, sin olvidar que nuestra motivación debe ser pedir su voluntad, sus planes siempre son mejores que los nuestros. Dejemos atrás caprichos y deseos egoístas.