Cuando se cae en actos de corrupción, se vende a la Madre Patria

Cuando se cae en actos de corrupción, se vende a la Madre Patria

Al cumplirse 114 años de vida republicana, el arzobispo de Panamá, monseñor José Domingo Ulloa, aprovechó la ocasión para dar gracias a Dios por esta tierra istmeña, por nuestra historia y por el pueblo panameño, durante la celebración del Te Deum de Fiestas Patrias el 3 de noviembre pasado.

He aquí el contenido de esta celebración litúrgica de acción de gracias, llevada a cabo en la iglesia San Francisco de Asís, en el Casco Antiguo, en la que el arzobispo saludó a las autoridades nacionales, a representantes de la empresa privada, al Cuerpo Diplomático, a las autoridades locales  y, de manera especial, al técnico de la Selección de Fútbol, Hernán “Bolillo” Gómez, así como al capitán y abanderado del día, Román Torres:

De acuerdo con una larga, noble y hermosa tradición, las puertas de nuestra Iglesia se abren hoy día para acoger a los hijos e hijas de esta tierra panameña, quienes encabezados por nuestras autoridades aquí presentes quieren orar y entonar un canto de Acción de Gracias al Padre Dios, al conmemorar los 114 años de vida independiente y soberana.

Por eso, Panamá comienza sus festejos patrios con una plegaria de alabanza y gratitud a Dios por ser un país bendecido con tantos dones, como son, entre otros, su flora, su fauna, sus costas y, sobre todo, su gente.

Cada generación de panameños ha ido experimentando la necesidad que tiene de Dios, de su inspiración y de su fuerza; porque la Patria se construye con la fe en Dios y el compromiso de servir a los hermanos.

Hoy, henchidos de gozo y con convicción, podemos decir: Gracias Dios, por nuestra tierra y por nuestra historia; gracias por nuestro pueblo, que es el sujeto, el fin y el fundamento principal de todas las instituciones que representamos.

Hoy, en el día de la Patria, queremos poner nuevamente a Panamá en las manos de Dios. Confiar en Dios no significa abdicar de la propia responsabilidad en la construcción de la historia. Significa hacer la historia junto con Dios, interpretar en ella sus designios y ser protagonistas de la construcción del Reino en la tierra.

¿Qué historia Patria queremos

construir?

Se hace y se construye la Patria amando, formando y cuidando como se debe a nuestros hijos; despertando en ellos el valor por el trabajo honesto, por la conquista del saber para servir a los otros. Se hace patria siendo ejemplo para las generaciones que vienen subiendo, ejemplo de rectitud, de amor por la verdad, de desapego y solidaridad.

Se hace Patria motivando en la familia el sano orgullo por el trabajo en equipo; enseñando a perdonar y a pedir perdón, despertando en nuestros hijos la generosidad y el compañerismo. Se hace Patria uniéndonos todos para combatir el mal de la corrupción, un mal que ha alcanzado hasta las esferas más altas de poder.

Sobre la corrupción, el Papa Francisco nos dice: “Esta llaga putrefacta de la sociedad es un grave pecado que grita hacia el cielo, pues mina desde sus fundamentos la vida personal y social… destruye los proyectos de los débiles y oprime a los más pobres. Es un mal que se anida en gestos cotidianos para expandirse luego en escándalos públicos. La corrupción es una obstinación en el pecado, que pretende sustituir a Dios con la ilusión del dinero como forma de poder. Para erradicarla de la vida personal y social son necesarias prudencia, vigilancia, lealtad, transparencia, unidas al coraje de la denuncia. Si no se la combate abiertamente, tarde o temprano busca cómplices y destruye la existencia”.

Para desterrar la corrupción, nos hace falta redescubrir que nos necesitamos los unos a otros; que cada uno tiene una responsabilidad por el hermano, especialmente por el más pobre y necesitado, porque cuando se pierde esa perspectiva de destino común que nos hermana, los intereses particulares, unidos al interés económico, llegan a prevalecer sobre el bien común y sobre el poder entendido como servicio.

La sabiduría popular, cuando quiere describir a una persona inescrupulosa y corrupta, suele usar una frase atrevida y dura: “Éste es capaz de vender a su propia madre”. Esto es lo que hacemos cuando se cae en un acto de corrupción: vendemos a la “Madre Patria”.

Permítanme hacer un paréntesis. Cuando estudiábamos en el colegio el curso de cívica -que haría mucho bien que volviese a restablecerse plenamente en el pensum educativo- se nos enseñaba a hablar de la “Madre Patria”, pero sobre todo a amar a la “Madre Patria”. Aquí precisamente se enraíza el sentido patriótico de pertenencia que se despierta en nosotros cada año en el mes de noviembre: el amor a la “Madre Patria”. Pero este vibrar por la Patria no puede estar reservado solo a momentos específicos, como el mes de noviembre.

Este es un vacío que existe en nuestra niñez y la juventud, e incluso en algunos adultos. Ya no nos detenemos al escuchar nuestro himno, o cuando se iza nuestra bandera. Esta indiferencia ha impactado a generaciones de ciudadanos.

¿Cómo recuperar el sentir

con nuestra Patria?

Sin una reconstrucción moral, lo material será imposible. El más urgente y primer paso que debemos dar es reconstruir la conciencia moral en las personas que vivimos en esta tierra. Toda esta escandalosa corrupción que se nos muestra refleja una falta de ética y de moral que nos lleva al poco importa con la Patria y con los demás.

Por tanto, nos apremia reconstruir en nosotros y entre nosotros, la unidad, la honestidad, la laboriosidad, la justicia, la predilección por los pobres, que entendamos que el poder es servicio al prójimo y no aprovecharse del otro. Es la pasión de trabajar por el bien común que abarca el conjunto de aquellas condiciones de la vida social, con las cuales los hombres y mujeres, las familias y las asociaciones pueden lograr, con mayor plenitud y facilidad, su propia perfección.

Sin esta reconstrucción moral, la reconstrucción material será imposible o, en el mejor de los casos, sus frutos serán escasos e inútiles.

Tanto ha sido la falta de ética y de moral, que nos ha nublado nuestra visión de futuro, que lo vemos como si fuéramos incapaces de salir de esta difícil situación.

Recuperar nuestra memoria

Hagamos un simple ejercicio de nuestra memoria histórica, de las proezas que hemos obtenido como Nación. Logramos nuestra independencia de España en 1821, toda una potencia colonial; también nos separamos de Colombia, sin derramar una gota de sangre, al sentirnos segregados y marginados del proyecto Bolivariano; ante la agresión del ejército norteamericano a nuestra juventud y a la Patria en 1964, rompimos relaciones con Estados Unidos; ese mismo ejército nos invadió en 1989, devastando material y espiritualmente al pueblo panameño, pero lo reconstruimos, ahora somos un país con grandes posibilidades de desarrollo; en diciembre de 1999, logramos un hecho impensable: recuperamos nuestro Canal de Panamá, y lo hemos administrado con eficiencia y lo hemos ampliado.

Y un acontecimiento único a escala internacional, el Papa Francisco ha confiado a este pequeño país la realización de la Jornada Mundial de la Juventud en el 2019, y lo vivido más recientemente y que nos ha sorprendido incluso a nosotros mismos: clasificamos para el Mundial de Fútbol Rusia 2018, y eso gracias a estos campeones que forjaron su destino desde pequeños, apoyados por sus familias, teniendo como centro a Dios, que los sostuvo en aquellos momentos difíciles.

Ustedes, muchachos, que vienen de los barrios urbanos, donde la violencia, la droga, entre otros males que envuelven a nuestra niñez y juventud, son unos campeones. Ustedes son guerreros y verdaderos luchadores. Ustedes son modelos, lo que es una tremenda responsabilidad. No porque ahora nos han dado la alegría de ir a un mundial, sino porque aun cuando nadie les veía posibilidades, creyeron en sus capacidades, a pesar de voces detractoras y la falta de apoyo afectivo, efectivo y material.

Creer en nuestras potencialidades

Lo anterior es una muestra de lo que somos y podemos hacer. Volvamos a recuperar nuestra fe en nosotros mismos, confiemos en que Dios nos ha elegido a lo largo de nuestra historia para marcar la diferencia. Esto no significa ser ingenuos, se trata de sostenerse en la confianza de que tenemos la fuerza para transformar nuestras situaciones de injusticia y de exclusión.

Hagamos la Patria grande. Si algo tenemos muy claro es que nuestro pueblo reclama actualmente honestidad y transparencia. Este reclamo se resume en una palabra: moral. Pero no una moral para unos y para otros no. Avanzar como país demanda la moral de todos sus ciudadanos, comenzando por quienes tenemos mayores responsabilidades políticas, económicas, sindicales, culturales y religiosas.

Encaminados en este esfuerzo, ha de renacer en nosotros una gran esperanza y una gran responsabilidad hacia esa inmensa multitud de hermanos nuestros que necesitan pan, trabajo, educación, seguridad, salud, justicia y paz. Seamos para ellos constructores de una Patria más solidaria, más justa, más humana. No podemos vivir la vergüenza de un país con un crecimiento económico envidiable, y con grandes desigualdades sociales.

Se hace evidente que la grandeza de los pueblos se mide, en primer lugar, por sus fuerzas espirituales, no por la fuerza económica. Y si somos un país predominantemente cristiano, eso debe reflejarse en nuestras acciones y decisiones, especialmente si estas decisiones tienen el poder de transformar la vida de los empobrecidos y excluidos del desarrollo social y económico.

Renovemos con pasión el compromiso con nuestra Patria. Que estas fiestas nos reafirmen que Panamá tiene como nación, no sólo la meta de un desarrollo económico o tecnológico, o la reconstrucción material, o el resolver el problema de la seguridad ciudadana, sino sobre todo fortalecer la moral del hombre y de la mujer panameños, pues sin riqueza moral y humana de poco o nada sirve la riqueza económica.

Que la celebración de estas fiestas nos lleven a todos a un compromiso hacia una Patria de todos y para todos.

Definamos nuestro proyecto de Patria. Edifiquemos un Panamá, donde prevalezca la justicia social y la equidad, que no haya muchos en la extrema pobreza y pocos en la opulencia. Que cada niño tenga una escuela digna donde estudiar y los recursos necesarios para hacerlo.

Edifiquemos un Panamá en que los enfermos tengan acceso fácil a la salud. Que cada cabeza de hogar tenga un trabajo honrado, estable y justamente remunerado, que le permita cubrir las necesidades básicas de su familia, con una casa digna, donde pueda reunirse a comer, a jugar, a orar, y a amarse entrañablemente.

Un país en que se escuche a los jóvenes y se les responda como ellos se merecen. La juventud es nuestra fuerza esperanzadora y transformadora.

El pueblo reclama cambios

Hemos observado en los últimos días la intensidad de manifestaciones públicas que han surgido sobre casos complejos de significativa importancia, relacionados con presuntos actos de corrupción, denunciados en otros países y localmente, los cuales son investigados por parte de las autoridades del Ministerio Público.

Han surgido serias controversias con relación a decisiones que se han tomado en el Órgano Judicial, que a criterio de muchos ciudadanos e instituciones representativas de diferentes sectores, se tiene la aprensión de que las investigaciones, de no adecuarse los términos de tiempo, podrían verse impedidas de profundizar y conocer a fondo información pertinente en los procesos judiciales de los casos que se investigan.

Esta situación ha generado temor de que los casos se puedan caer, cerrar o no se logre llevar a la Justicia a los involucrados, creando un clima de impunidad que genera mayor indignación en nuestra sociedad.

Exhortamos a las autoridades que investigan los casos y a las autoridades judiciales, a hacer todo lo que esté a su alcance para conocer toda la verdad de los hechos y permitir que con información veraz, se adelanten los procesos y que las personas imputadas con cargos, cuenten con todos los derechos que le permitan defenderse y, de ser encontrados culpables por la Justicia, se les aplique a todos por igual el peso de la ley por las faltas cometidas.

Nuestro querido Panamá, en el mes de la Patria, debe encaminarse por rumbos de trabajo y prosperidad para todos los ciudadanos, haciendo todos nuestros mejores esfuerzos para fortalecer las instituciones públicas y devolverles los niveles de credibilidad y respeto que son necesarios para la convivencia pacífica de nuestra sociedad.

Necesitamos que nuestros mejores ciudadanos, profesionales idóneos, con una trayectoria de comprobada independencia e integridad, puedan ser nominados próximamente y acepten ocupar importantes cargos públicos del Órgano Judicial, lo que sería un paso en la dirección correcta, y contribuiría a corresponder a las expectativas de la gran mayoría de los ciudadanos que demanda mayores niveles de Justicia.

Que Santa María la Antigua, que ha acompañado el caminar de nuestro pueblo, interceda y nos haga dóciles a la acción del Espíritu y así, unidos en la verdad, este sueño lo podamos hacer realidad, en una patria libre de divisiones y de intereses sectarios; y que podamos entonar siempre en paz y armonía el canto de alabanza que nos recuerda el coro de nuestro himno nacional: “Alcanzamos por fin la victoria / En el campo feliz de la unión; /Con ardientes fulgores de gloria/ Se ilumina la nueva nación”.

¡Que Dios y la Patria así lo quieran!

¡UNA SOLA REGIÓN, UNA SOLA IGLESIA!