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¿De los mártires de enero de 1964 a la Nueva Guerra Fría?

¿De los mártires de enero de 1964 a la Nueva Guerra Fría?

Las recientes declaraciones del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, en torno a sus expectativas con respecto al Canal de Panamá, y el tono amenazador con que lo hace, han despertado en ciertos sectores panameños un renacido fervor patriótico.

 

Por Eleuterio Ureña

El 9 de enero de 1964 es una fecha que sigue marcando la historia de las relaciones entre Panamá y Estados Unidos. En ese día, una serie de protestas estudiantiles en la Zona del Canal desembocaron en un enfrentamiento violento entre fuerzas panameñas y estadounidenses, dejando como saldo varios muertos y heridos.

Más de medio siglo después, las tensiones entre Panamá y Estados Unidos no han desaparecido por completo. La reciente retórica del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, sobre la necesidad de devolver el Canal de Panamá a los Estados Unidos, a menos que Panamá modifique su política exterior y reduzca la influencia de China en el país, nos invita a reflexionar sobre la forma en que esa herida histórica sigue resonando en las relaciones bilaterales.

 

La Iglesia panameña siempre caminando con su pueblo, sobre todo, en momentos difíciles como los vividos en 1964.

 

El legado de un conflicto

Los sucesos del 9 de enero de 1964 surgieron como respuesta al intento de Estados Unidos de imponer restricciones al uso de la bandera panameña en la Zona del Canal, un territorio que había estado bajo control estadounidense desde la firma del Tratado Hay-Bunau-Varilla de 1903.

Durante décadas, la presencia de Estados Unidos en la Zona fue una fuente constante de tensiones, especialmente en un contexto de creciente nacionalismo en Panamá y América Latina en general.

El reclamo por la soberanía sobre el Canal, que era visto como un símbolo de humillación, era una causa común que unía a los panameños de todas las clases sociales.

Aunque los hechos de 1964 no resultaron en un cambio inmediato, fueron un preámbulo de la eventual firma del Tratado Torrijos-Carter en 1977, que acordaba la transferencia del Canal de Panamá a manos panameñas para el 31 de diciembre de 1999.

Esta transferencia marcó el final de casi un siglo de control estadounidense sobre la vía interoceánica, un proceso que tuvo consecuencias tanto para las relaciones internacionales como para el destino económico y geopolítico de Panamá.

 

Los costos han sido muy altos para este país.

Los fantasmas del pasado

Ahora, a más de 45 años después de la firma del Tratado Torrijos-Carter, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha reavivado una discusión que muchos pensaban enterrada.

En varias ocasiones, Trump ha insinuado la posibilidad de que Estados Unidos debería reclamar nuevamente el Canal de Panamá si el gobierno panameño no mejora las condiciones que aplica a los intereses estadounidenses, especialmente en términos de comercio y seguridad.

En sus declaraciones más recientes, Trump ha afirmado que el país centroamericano debería reducir la influencia china en su territorio, acusando a Pekín de estar “controlando” el Canal a través de inversiones y acuerdos comerciales.

Trump no toma en cuenta que ese Canal que se construyó en las primeras décadas del siglo XX, no tiene nada que ver con el actual, que se construyó con dineros panameños y ha sido ampliado por los panameños.

Estas acusaciones de “influencia militar china” resuenan en un contexto geopolítico marcado por la creciente rivalidad entre Estados Unidos y China, especialmente en América Latina.

 

El peso de una narrativa

Las palabras de Trump no son solo una muestra de su retórica provocadora, sino también un reflejo de la profunda complejidad de las relaciones entre Estados Unidos y Panamá, un vínculo que ha estado marcado por la historia del Canal y las luchas por la soberanía.

 

El 9 de enero de 1964, como un símbolo de resistencia ante el imperialismo estadounidense, dejó una huella indeleble en la psique colectiva panameña.

 

Si bien el Tratado Torrijos-Carter formalmente resolvió la cuestión de la soberanía del Canal, la percepción de Panamá como un “territorio en disputa” ha persistido, especialmente en momentos de tensión internacional.

El presidente Trump, conocido por sus declaraciones sobre la “revisión” de acuerdos internacionales y su enfoque proteccionista, no es el primero en plantear dudas sobre la equidad de la transferencia del Canal a Panamá.

Sin embargo, la retórica de Trump se inserta en un momento en el que la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina está nuevamente cuestionada, debido al creciente acercamiento de algunos países de la región a China, un actor global que ha invertido miles de millones de dólares en infraestructura en Panamá.

 

China: nuevo juego de poder

La relación de Panamá con China ha sido una piedra angular en la política exterior panameña desde que el país centroamericano rompió relaciones diplomáticas con Taiwán en 2017 y las estableció con Pekín. Desde entonces, China ha desempeñado un papel crucial en la financiación de proyectos de infraestructura, especialmente en el sector portuario, que complementan la expansión del Canal.

A través de estos proyectos, Beijing ha asegurado su influencia sobre rutas comerciales clave, lo que genera inquietud en Washington.

El Canal de Panamá, que es esencial para el comercio global, no solo es un punto de conexión entre los océanos Atlántico y Pacífico, sino también una arteria estratégica de la geopolítica global.

En este contexto, el hecho de que Panamá haya permitido una creciente presencia económica y comercial con China, ha sido interpretado en Washington como una amenaza a la seguridad nacional.