La ceremonia estuvo precedida por la procesión de las velas y el rezo del Santo Rosario. Con devoción cargaron la imagen de Nuestra Señora de Fátima.
Por Marianne Colmenárez
“Hoy, el escenario mundial presenta sorprendentes afinidades con la situación de aquella época, hoy tenemos guerra en el medio oriente, también entre Rusia y Ucrania. Nuestra Madre pedía hace 106 años que se rezara el Santo Rosario para que la paz alcanzara aquellos países que sufren a raíz del egoísmo e injusticias provocadas por el propio ser humano”.
Así lo manifestó el sacerdote Adrián Alonso, vicario de la parroquia Cristo Rey, quien tuvo la iniciativa de consagrar la familia al Inmaculado Corazón de María, luego emular la procesión de las velas que realizan en Portugal; para conmemorar así, un aniversario más de la sexta y última aparición de Nuestra Señora del Rosario de Fátima.
El mensaje de amor y de esperanza, aún sigue resonando después de más de un siglo: «Al final, mi Corazón Inmaculado triunfará».
“Nos preparamos, convocamos a los fieles y dejamos que Dios actuara en todo esto. Seguidamente de la celebración eucarística, presidida por el padre Carlos Ramos, meditamos cada misterio por las calles de la comunidad, acompañados de la imagen peregrina de la Virgen de Fátima traída desde Portugal”, afirmó el padre Adrián.
El doctor Tomas Vásquez, presidente del capítulo Panamá del Apostolado Mundial de Fátima, explica que la procesión de las velas es una tradición muy antigua y significativa que se lleva a cabo en Fátima desde 1917, cuando se dice que la Virgen María se apareció a tres niños pastores en los campos fuera de la ciudad.
Entre sus mensajes, la Virgen pedía que se construyera una Capelinha, tal como la que se tiene planeado construir en Panamá. “Esta réplica estará ubicada en un terreno adyacente a la sede de la Conferencia Episcopal Panameña en Clayton, informó Tomás Vásquez.
Acto de consagración
En el momento de la consagración de la familia al Inmaculado Corazón de María, niños, jóvenes y adultos se unieron a la oración que dirigía el Vicario parroquial, en la que se pedía a la Virgen, que intercediera como abogada y protectora de la humanidad.
