¿Sabes cuántos granos hay en una espiga?: produce 60 granos. Si siembras el producto de esta primera cosecha, tres veces más, tendrás una cosecha de 27mil granos de trigo, que equivale a dos libras de trigo; suficiente pan para dos hogazas de pan. Alimento suficiente para una familia por un día. Lo malo es que no todos los granos sembrados producen lo mismo. No es tan fácil, pero es la lógica del Reino.
Lo primero es que el grano caiga en tierra. Si se reserva para sí mismo y se resiste a la siembra por temor a la metamorfosis de dejar de ser grano solitario para ser espiga; si se guarda para sí mismo y se niega a ser alimento, a compartirse en solidaridad con los demás, terminará por perderse en el olvido y entonces sí, morirá en todo el sentido de la palabra.
Pero si cae en tierra y acepta convertirse en espiga, producirá mucho fruto. Treinta nuevas espigas con sus treinta granos cada una, granos nuevos, promesa de un trigal, con sus espigas al sol, mecidas por el viento, listos para ser alimento.
El grano no muere, no se pudre, no desaparece, simplemente deja de ser grano para ser espiga. Hay una espiritualidad equivocada que el grano tiene que morir, tiene que desaparecer en el olvido, ser polvo, ser nada. No, en nosotros está la fuerza de generación de un mundo nuevo, si renunciamos a ella, cómo llegaremos a ser trigo y pan para los demás. “Si la sal se corrompe, con qué se salará…”
Qué difícil es que nos desnudemos de nuestra propia “yoeidad” para ser trigo y pan para los demás, pero solo así encontraremos la vida verdadera.