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El Aborto

El Aborto

 Apoyamos la búsqueda de la igualdad entre géneros para un mundo más equitativo y justo.

José Ramírez

Vivimos en un mundo donde el cambio acelerado es la constante. Distintos grupos de choque y luchas de poder se llevan a cabo para crear nuevas revoluciones.

Como es habitual a lo largo de la historia, cada generación nueva busca romper paradigmas y moldear el mundo a su manera. La nuestra no es la excepción. El joven posmoderno, acostumbrado a una economía diseñada para consumir y luego desechar, busca la comodidad, la ambición y el minimalismo en todos los aspectos de su vida. Por lo que todo lo que requiera sacrificio o estorbe, debe ser suprimido. Solo así podrá alcanzar su mayor confort y realización.

Algunos grupos feministas, que buscan reivindicar los derechos y el papel de la mujer en el marco de una revolución, señalan que el cuerpo de cada mujer es su propia decisión. También, que vivimos en una sociedad patriarcal y conservadora que fomenta abusos sexuales donde la mujer es oprimida y debe renunciar a los derechos de su propio cuerpo.

Decía Pierre Victurnien, famoso pensador de la revolución francesa:
«Es de temer que la revolución, como Saturno, acabará devorando a todos sus hijos». (1794)

Toda revolución, por más bien intencionada, pero fundamentada bajo el odio y el resentimiento, terminará devorándose a sí misma. La historia nos lo dice muy claro: Desde Lenin y la revolución Bolchevique en Rusia, desde Adolf Hitler en la Alemania post Primera Guerra Mundial, hasta la revolución bolivariana de Hugo Chávez Frías en Venezuela. Todas comparten un elemento en común: la muerte y la destrucción de sus propias naciones.

SOLEDAD. La agresividad con la que algunos grupos defienden su derecho al aborto, termina dejándolos profundamente amargados y solos. (Foto Henri Pham en Unsplah)

Desde luego, apoyamos la búsqueda de la igualdad entre géneros para un mundo más equitativo y justo. Pero no buscando tomar el papel de Dios en algo tan sagrado como la vida humana.

Más allá de adentrarnos en profundidades éticas o morales en el asunto, preguntémonos: ¿Qué es desechable? ¿Qué está bien descartar? ¿Es acaso la vida humana, una mercancía de la que se puede prescindir?

Debemos preguntarnos hasta qué punto estamos dejando que los antivalores del mercado y la secularización tan extrema que vivimos están afectando nuestra mentalidad.

Patricia Sandoval, speaker americana provida que narra sus vivencias como ex enfermera en una de las clínicas abortivas más grandes del mundo, menciona:

«Me dijeron que cada día debía deshacerme de una bolsa de células, y que en el quirófano no podía dejar que las chicas vieran ninguna de las partes de sus bebés. Un día, al ver pequeñas partes humanas dentro de la bolsa, así como unos dedos perfectamente formados, me di cuenta de que no eran solo unas células. Y supe que había asesinado a miles de niños».

No dejemos de luchar por un mundo donde quepamos todos. Pero siempre recordando la sensibilidad por los más débiles, tal como la de miles de pequeños sin voz dentro de cada vientre, que esperan correr a los brazos de Jesús, el Amado, tal como Él mismo lo pidió hace miles de años.