El Cristo de las calles 

El Cristo de las calles 

Ricky buscaba desesperadamente, algo de comer dentro de un contenedor de basura, los efectos de la última dosis de droga habían pasado y el hambre arreciaba, expresión que se reflejaba en su manera de buscar en el basurero, este es el escenario que se vive constantemente en las calles de la ciudad de Panamá.

De repente, llega Gladys Carrión, recordándole que Dios le ama y a la vez ofreciéndole un plato de comida recién preparado, aún estaba caliente. El hombre de harapos no demora en tomar el plato, darle las gracias repetidamente; la expresión en su rostro era de alegría ante su vulnerable necesidad.

Gladys es una de esas pocas personas que está dispuesta a realizar un cambio en la sociedad y reconoce que no es fácil, ante la falta de atención capacitada de muchos hermanos que se encuentran en las calles y que están presos a merced de flagelos como el alcoholismo, la droga, la prostitución, la delincuencia, la desintegración familiar, entre otros.

Desde que falleció su esposo hace ya tres años, se ha puesto como misión recorrer las principales calles de la ciudad repartiendo comida a personas que pernoctan en las calles, parques, debajo de los puentes. Ese domingo repartió 50 platos de comida que contenían arroz, lentejas, una presa de gallina de patio guisada y una ensalada de repollo con zanahoria y apio.

Nos relata que desde que estaba chica se le enseñó a ayudar al prójimo, sobre todo a los más necesitados, “mi madre me decía: nadie es tan pobre, para no regalar una taza de café, desde allí me enseñó lo que es la generosidad”.

Aseguró que todo inició, debido a que no podía ver a las personas tiradas en la calle, ella sentía que se tenía que hacer algo. “Dice Jesucristo yo tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me vestiste, yo trato de hacer el bien a pesar de que soy mala”; afirmó, mientras busca a otro hermano para darle una comida.

“Es como dice el salmo y miró a la tierra y no veo a ningún solo hombre que haga el bien, entonces tratamos de hacer el bien a pesar de que somos malos, porque somos malos”, reitera la her-mana de 55 años, que es oriunda de Montijo de Veraguas.

La faena

Comienza a las siete de la mañana, gracias a donaciones se consigue preparar el menú, se cocina y se transporta la comida con el apoyo de otras voluntarias, hasta ponerlas en las manos de nuestros hermanos en las calles.

“Lo que hago es que le pido a Dios y a los hermanos, me hace falta esto, me hace falta aquello y siempre algún hermano responde con arroz, con las menestras, o la carne”, señaló.

Lista la comida, entre 1:30 a 2:00 de la tarde, comienza el recorrido.  Conoce bien el número de personas que puede encontrar en cada lugar. “Hay unos quince en el puente después de Caja de Seguro Social, hay cuatro en el parque de Betania, cuatro en la Cinco de Mayo, ocho por Cabo Verde. La cifra puede variar, pero en el camino siempre hay alguien a quien darle un plato de comida.

“Nuestro país tiene mucha pobreza y mucho abandono, con las personas en las calles, y los adultos mayores, es por eso que hacemos esto”, añadió.  En Panamá desarrolla el proyecto del Comedor San José y en Santiago la atención a adultos mayores con el programa Peregrino.

El sueño de Olga es que se construya un albergue donde los hermanos que viven en las calles también puedan recibir una catequesis, “donde haya alguien que les cocine, alguien que les atienda sus enfermedades, no hay que dejarlos morir como unos animalitos por allí, como alguien indigno”, explicó.

La ansiedad

Al dialogar con unos de los her-manos que se encuentran en esta situación, aseguró que durante cinco años que tiene viviendo en la calle, el combate ha sido difícil. Su historia a los 38 años lo corrobora, primero falleció su madre y dos meses después, le tocó ver cómo el esposo de su hermana le quitó la vida a ella,  frente a él, sin poder hacer nada; ya que este hombre, es el líder de una pandilla del sector.

“Cuantas veces pasan en carro y me llevan, te mantienes un tiempo limpio, pero es difícil por-que siempre llega la ansiedad, te acuerdas de las drogas y caes de nuevo”, nos explicó este hermano que vive a unos metros de donde duerme en Cabo Verde.

La realidad es dura en esa calle bajando a Cabo Verde, estos hermanos se han tomado los cubículos utilizados para colocar la basura del ese edificio llamado La Granja y en ese espacio de aproximadamente un metro cuadrado se reúnen para conversar, para consumir drogas y para dormir.

Ariel López del Centro de Atención San Juan Pablo II, explicó la diferencia que se implementa para los casos de los hermanos que viven en la calle.

“Las personas en condición de calle son aquellas que su familia, les permite dormir afuera de su casa en alguna esquina con horario, llega a las siete de la noche y se van a la cinco de la mañana, es una persona que tiene dónde dormir, esa es una persona en condición de calle. Las personas habitantes de calle o sin techo son las que no tienen donde dormir.

Con respecto al tema de la farmacodependencia destacó que esta es una enfermedad del cerebro, este órgano posee las neuronas que están adaptadas a cierta cantidad de consumo, lógicamente el cerebro le va a pedir la sustancia y por eso recaen continuamente.

López nos dice que esto se conoce como el Síndrome Abstinencia, cuando le hace falta la droga tiene su efecto, le da ansiedad y no puede contenerse, tiene que salir a buscar la droga, porque es una enfermedad del cerebro.

El Psicólogo, Carlos De León, nos detalló cuáles son los síntomas de la ansiedad: dificultad para respirar, sudoración, temblores, preocupación y aprensión, insomnio, dificultad de concentrarse, hipervigilancia, nerviosismo, tensión, sensación de cansancio y mareos, micción frecuente, palpitaciones cardiacas y sensación de desmayo.      

“Una persona con ansiedad requiere de una evaluación médica para determinar el tratamiento terapéutico y los medicamentos que se implementaría según su caso”, resaltó el Psicólogo.