¡No te alejes!, aunque sientas que el mundo te juzgue por atravesar un divorcio. Dios te recibe con los brazos abiertos y su misericordia está siempre dispuesta a restaurar y fortalecer tu espíritu.
Por Marianne Colmenárez
Quienes han pasado por la dolorosa experiencia de un divorcio, reconocen que atravesaron una de las etapas más difíciles de la vida, una separación afecta profundamente el espíritu y las emociones de la pareja y la familia.
En momentos de dolor y confusión, es comprensible sentir la tentación de alejarse de la Iglesia por temor a juicios o incomprensión. Sin embargo, es precisamente en estos instantes cuando Dios extiende su gracia y misericordia, invitando a no cerrar la puerta a la fe, sino a encontrar en ella consuelo y esperanza.
El sacerdote Alfredo Uzcátegui, quien acompaña al Movimiento Matrimonios en Victoria en la parroquia de Santa Ana, manifiesta que, si luego de intentar por todos los medios que ofrece la Iglesia salvar el matrimonio, lamentablemente no se pudo, no duden de esto: “las puertas de la Iglesia siempre están abiertas para todos”.
A quienes atraviesan el divorcio, Uzcátegui, sugiere buscar el acompañamiento de un sacerdote, al que puedan expresar sus dudas y pesares.
“A veces, la vergüenza o el desconocimiento pueden llevar a las personas a autocastigarse, alejándose de los sacramentos y de la comunidad de fe”, afirmó.
Como subraya el presbítero, “seremos juzgados en el amor, y tenemos que seguir adelante, reconociendo que la Iglesia está para la salvación de las almas”.
El sacerdote recuerda que Dios conoce el corazón de sus hijos, por eso, exhorta a acercarse a las Sagradas Escrituras, a la dirección espiritual, a las oraciones, a la meditación del Santo Rosario, y hasta buscar inspiración en la vida de los santos.
Seamos empáticos
Mariangélica Lasso, tanatóloga y miembro de la Pastoral de Salud de la parroquia Saint Mary’s de Balboa, destacó la importancia de la empatía y la oración para quienes viven esta situación.
“Como hermanos en la fe, estamos llamados a orar por aquellos que atraviesan el dolor del divorcio, para que encuentren fuerza y reconocer su dignidad como hijos de Dios”, destacó.
Además, Lasso aconsejó evitar preguntas invasivas que puedan herir o incomodar, recordando que, en esos momentos, el apoyo más valioso es la oración y comprensión.
Evitar preguntas invasivas que puedan herir o incomodar a quienes pasan por la ruptura matrimonial.
La Iglesia como hogar y escuela de misericordia
El divorcio puede traer consigo una intensa soledad que cambia la rutina diaria y el sentido de vida. Las noches pueden ser más largas y los días, más vacíos.
Este sentimiento se acentúa especialmente cuando ven a otros matrimonios que reflejan felicidad. Sin embargo, en medio de la separación, es fundamental recordar que no están solos. Dios está presente, guiando, acompañando en cada paso y prometiendo estar hasta el fin de los tiempos.
En palabras de Mariangélica Lasso, “no olvidemos que Jesús nos espera todos los días; tenemos un Padre misericordioso que nos ama. Aún en el momento de mayor desolación, la Iglesia es un refugio donde podemos reencontrarnos con Él y reconstruir nuestra vida”.
Destacó que, si se sienten juzgados o incómodos en una parroquia, consideren buscar apoyo en otra, hasta que puedan gestionar su dolor.
“Acuda a misa, participe en Horas Santas, y recuerde que su valor no está en el juicio de los demás, sino en el amor de Dios que le abraza”, afirmó.