La festividad de la Virgen del Carmen se estableció el 16 de julio de 1251.
Por Mons. José Domingo Ulloa M. /Arzobispo de Panamá
Una de las advocaciones marianas más abrazadas por los panameños es la Virgen Madre y Señora del Carmen. Esta devoción por la Madre de Dios es la que nuestros mayores nos enseñaron a buscar desde niños.
María es la mujer que movida por su fe sabe rezar y su oración es alabanza y súplica, no solo de unos momentos, o sentimientos que son pasajeros, sino que su vida entera, tan fuerte, tan digna, tan servicial, es como un gran y aromático incienso que se eleva hasta llegar al trono de Dios.
Ante Ella nos postramos llevando devotamente su Escapulario, signo de su ser Madre y de la salvación divina. Con esa tela o pequeño manto recordamos que, de la misma forma que Jesús fue envuelto en pañales por la Virgen, también nosotros queremos, como Jesús, ser cubiertos por su manto, que es signo de la protección maternal de María.
Y con el santo escapulario manifestamos nuestra pertenencia a la Virgen María: llevamos un signo que nos distingue como sus hijos amados. El escapulario es para cada uno de nosotros símbolo de la consagración a María como nuestra Madre.
El escapulario tiene tres significados
El amor y la protección maternal de María: envolver en su manto es una señal muy maternal de protección y cuidado. Señal de que nos envuelve en su amor maternal. Nos hace suyos. Nos cubre de la ignominia de nuestra desnudez espiritual.
Vemos en la Biblia:
-Dios cubrió con un manto a Adán y Eva después de que pecaron. (manto – signo de perdón).
-Jonás le dio su manto a David: símbolo de amistad. -Elías dio su manto a Eliseo y lo llenó de su espíritu en su partida.
-S. Pablo: revístanse de Cristo: vestirnos con el manto de sus virtudes.
Nuestra pertenencia a María: con el escapulario llevamos una marca que nos distingue como sus hijos escogidos. El escapulario se convierte en el símbolo de nuestra consagración a María. -En 1950, Papa Pío XII escribió: Quien usa el escapulario debe ser consciente de su consagración a Dios y a la Virgen y ser consecuente en sus pensamientos, palabras y obras.
El escapulario es un signo de nuestra identidad como cristianos, vinculados íntimamente a la Virgen María con el propósito de vivir plenamente nuestro bautismo. Representa nuestra decisión de seguir a Jesús por María, pero adaptado a la propia vocación, lo que exige que seamos pobres, castos y obedientes por amor.
Al usar el escapulario, constantemente estamos haciendo silenciosa petición de asistencia a la Madre, y ella nos enseña e intercede para conseguirnos las gracias para vivir como ella, abiertos de corazón al Señor, escuchando su Palabra, orando, descubriendo a Dios en la vida diaria y cercanos a las necesidades de nuestros hermanos, y nos está recordando que nuestra meta es el cielo y que todo lo de este mundo pasa.
Nosotros, cristianos católicos, mirando a la Virgen entendemos que Ella es el gran signo que Dios dio a su pueblo para hacerle sentir que uno de sus mejores nombres es el de Emmanuel, es decir, el Dios con nosotros y esto fue posible por la fe y docilidad de la doncella de Nazaret. En Ella, está todo lo que anhelamos para nuestras vidas.
Que la Virgen del Carmen proteja a nuestro pueblo, y que la devoción hacia ella sea para nosotros una potente luz que nos ilumine, de manera que, como Jesús, pasemos por este mundo “haciendo el bien”. Y el bien más concreto que podemos realizar es convertirnos en transmisores de esta misma devoción a nuestros hijos, familiares, como nosotros la recibimos de nuestros padres.