El miedo debilita nuestra fe en Dios ¡No tengan miedo!

El miedo debilita nuestra fe en Dios ¡No tengan miedo!

redaccion@panoramacatolico.com

“En seguida Jesús les dijo: Ánimo, no teman, que soy yo. Pedro contestó: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti caminando sobre el agua”, (Mt 14, 27 -28).

Y así empezó el Arzobispo de Panamá, José Domingo Ulloa Mendieta, la homilía, animando a la población panameña que vive el miedo de la oscuridad, de los enemigos son internos y externos. 

Hoy más que nunca es necesario dejar resonar, en el fondo de nuestra alma, en el fondo de nuestro corazón: el “NO tengas miedo”, reiteró el Arzobispo, porque necesitamos vencer el miedo, y permitir que nuestra fe sea curada, y no sea simplemente un escudo para no aterrorizamos delante de las situaciones.

Dijo convencido que la fe tiene que curarnos de los fantasmas, de las fantasías, de los miedos que fuimos acumulando a lo largo de la vida y están en la penumbra de nuestra alma, y salen creando pánico y miedo dentro de nuestro corazón.

“Exorcicemos todos los fantasmas del corazón, todos los miedos y fantasías del alma, incluso aquellos que viene de nuestro consciente, incluso por situaciones de infancia que no solucionamos a lo largo de la vida”, aconsejó.

Y como fieles creyentes tenemos al Maestro Jesús que viene a nuestro encuentro para curarnos, para ponernos de pie, indició Monseñor Ulloa, tras recordar la lectura de hoy, pues es de pie que Pedro queda para ir al encuentro de Jesús, pero cuando caminaba en dirección a Jesús, sintió un viento en Él y quedo con miedo.

Pero como bien señaló el Arzobispo, el problema no es el viento ni la tempestad, el problema es el miedo que invadió a Pedro, y nos ataca hoy; “ese miedo debilita la poca fe que tenemos; y cuando la fe queda debilitada, nosotros nos desmoronamos”, advirtió.

Para contrarrestar ese sentimiento de debilidad, recomienda aumentar nuestra relación de confianza con Jesús, para que ningún miedo sea mayor que nuestra fe, para que ningún miedo grite dentro de nosotros más alto que la convicción del amor que Dios tiene por nosotros.

“Reiteramos hoy, lo Jesús nos dice: «No tengan miedo.». El que vayamos con Él, de la mano, hasta donde Él va. Quiere que no nos asustemos al pensar en el futuro y sepamos caminar a su lado sin más protección”, afirmó. 

Al final rezó una oración para vencer el miedo que comienza, que de manera contundente: ¡Confía en el Señor tu Dios! Ya deja atrás esos miedos y atrévete con valentía a luchar contra esos sentimientos que no te dejan avanzar. Y termina pidiendo a Dios: “Dame la fuerza y tu poder para vencer los miedos y estar libre de angustias. Guía mi corazón y mi mente con el Espíritu Santo, esa presencia poderosa contenida en tus tres divinas personas, que ilumina nuestras vidas y nos hace ser personas decididas y valientes en la fe”.

A continuación, el texto completo de la Homilía de Monseñor Ulloa desde la Capilla de su casa.

Homilía Lunes XVIII

3 de agosto

El miedo debilita nuestra fe en Dios

“En seguida Jesús les dijo: Ánimo, no teman, que soy yo. Pedro contestó: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti caminando sobre el agua”, (Mt 14, 27 -28).

Cuando llega la noche, el miedo ya toma cuenta del corazón humano delante de la oscuridad. Más que el miedo de la oscuridad, sentimos que hay aguas impetuosas que se mueve de un lado para el otro.

Y sentimos estos, parece que las cosas se salen de los parámetros comunes a los que estamos acostumbrados, y así el miedo se apodera y llega a nuestras puertas, junto con la preocupación, y el fruto es la agitación, porque no sabemos lidiar con lo diferente, ni con los vientos contrarios.

Cuando el miedo comienza a tomar cuenta de los impulsos y de los sentimientos del corazón, él crea fantasías y fantasmas, incluso de la persona que está de nuestro lado tenemos miedo, vemos en ella lo que no es, y ella comienza a ser una caricatura para nosotros, porque el miedo falsea las realidades.

Nuestros enemigos son internos y externos.

Cualquier sicólogo estará de acuerdo en que tenemos muchos miedos: a la muerte, a ser separados de quien amamos, a perder control de las situaciones, miedo a comprometernos, a equivocarnos, a ser rechazados, miedo a perder un trabajo, a que se rían de nosotros…incluso miedo al éxito y sus consecuencias, como puede ser la envidia de nuestros amigos.

Para colmo, hay muchos miedos inconscientes. Por otro lado, si alguien deja de fumar por temor a que se le produzca un cáncer de pulmón, tenemos un miedo saludable, porque el peligro es real y el miedo nos puede llevar a dar pasos para evitarlo.

Si un león está a punto de saltar sobre ti, el miedo puede ser muy útil, en ese caso. Si tienes un examen difícil y eso te produce miedo en la semana anterior, también puede ser algo bueno, sobre todo si te ayuda a vencer la pereza y la lentitud.

Por eso Cristo habla del único miedo positivo y necesario: El temor a Dios como don del Espíritu Santo.

El temor de Dios, definido en la Biblia como “el principio de la verdadera sabiduría”, coincide con el respeto a su autoridad sobre la vida y sobre el mundo. Quedarse sin este temor de Dios equivale a querer ponernos en su lugar, creer que decidimos sobre el bien, el mal, la vida y la muerte.

No tengan miedo significa: “No dejen que el miedo les dirija” ¿Por qué tenemos miedo? Primero, porque no terminamos de creer que Dios tiene planes para el mundo y para todo lo que sucede.

Y, en segundo lugar, porque olvidamos los milagros que ha hecho en nuestra vida, como los contemporáneos de Cristo: ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros que se hicieron en ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se hubieran arrepentido en cilicio y ceniza.

Un hombre tenía un jardín bien cuidado y le gustaban especialmente las rosas. Observó que en un parque cercano había una variedad de rosa que él no tenía. Una mañana, se levantó temprano y fue al parque con su hijo, esperando conseguir la rosa que le faltaba. Cuando se iban acercando al parque, el niño se dio cuenta de las intenciones de su padre. El papá miró a un lado y luego al otro. Cuando se inclinó para arrancar la planta, el niño dijo: Papá, has olvidado algo ¿no? El padre contestó: ¿Qué cosa? El niño respondió: Mirar hacia arriba.

En algunas personas, el temor de Dios es esporádico y momentáneo. Viene y va según las circunstancias; suele estar lleno de dudas y de lágrimas.

Los que de verdad le temen, tienen la seguridad de un niño en los brazos de su madre.

Por eso, cuando Jesús está caminando sobre las aguas, ellos no ven a Jesús, ellos ven un fantasma, quedan aterrorizados, gritan de miedo, por eso que es necesario escuchar la voz del Maestro “¡No tengas miedo! Soy yo”.

Hoy más que nunca es necesario dejar resonar, en el fondo de nuestra alma, en el fondo de nuestro corazón: el “NO tengas miedo”, porque necesitamos vencer el miedo, y permitir que nuestra fe sea curada, y no sea simplemente un escudo para no aterrorizamos delante de las situaciones.

Aumentemos nuestra relación de confianza con Jesús, para que ningún miedo sea mayor que nuestra fe.

La fe tiene que curarnos de los fantasmas, de las fantasías, de los miedos que fuimos acumulando a lo largo de la vida. Cuando entramos para la penumbra de nuestra alma, percibimos que hay muchos fantasmas ocultos dentro de nosotros. Y ellos resucitan creando pánico y miedo dentro de nuestro corazón.

Exorcicemos todos los fantasmas del corazón, todos los miedos y fantasías del alma, incluso aquellos que viene de nuestro consciente, incluso por situaciones de infancia que no solucionamos a lo largo de la vida.

El Maestro Jesús viene a nuestro encuentro para curarnos, para ponernos de pie.

Es de pie que Pedro queda para ir al encuentro de Jesús, pero cuando él va, el Maestro dijo: “Viene, Pedro”. Y cuando Pedro caminaba en dirección a Jesús, sintió un viento en Él y quedo con miedo.

El miedo aterroriza, destruye nuestra relación de confianza con Dios. El miedo nos hace temer delante de cualquier viento que viene a nuestro encuentro.

El problema, sin embargo, no es el viento ni la tempestad, el problema es nuestro miedo que debilita la poca fe que tenemos; y cuando la fe queda debilitada, nosotros nos desmoronamos.

Alimentemos nuestra fe, pongamos nuestra fe en Jesús y, más que poner en Él, alimentamos nuestra fe con Él.

Aumentemos nuestra relación de confianza con Jesús, para que ningún miedo sea mayor que nuestra fe, para que ningún miedo grite dentro de nosotros más alto que la convicción del amor que Dios tiene por nosotros.

Reiteramos hoy, Jesús nos dice: «No tengan miedo.». El que vayamos con Él, de la mano, hasta donde Él va. Quiere que no nos asustemos al pensar en el futuro y sepamos caminar a su lado sin más protección.

El temor puede llegar a paralizarnos. Es necesario entonces confiar en el poder de Cristo. Decía Benedicto XVI: «Sólo el poder que está bajo la bendición de Dios puede ser digno de confianza. Jesús tiene ese poder en cuanto resucitado, es decir, este poder presuponer la cruz, presupone la muerte. Presupone el otro monte, el Gólgota, donde murió clavado en la cruz, escarnecido por los hombres y abandonado por los suyos. El Reino de Cristo es distinto de los reinos de la tierra y de su esplendor»[2].

Es el poder de aquel que vence el dolor y la muerte, el que calma el alma. Cristo vivo, resucitado, nos da su poder y su paz.

 PANAMÁ, acatemos las normas que nuestras autoridades han implementado. Por ti, por los tuyos, por Panamá -Quédate en casa.

† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.

ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ