El Señor de la Vida

El Señor de la Vida

Con frecuencia nos entretenemos con las pequeñas cosas de cada día. Unas nos preocupan y otras nos divierten. La palabra de Dios nos lleva hoy a preguntarnos cómo miramos al más allá.  

José-Román Flecha Andrés

“Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a imagen de su propio ser; pero la muerte entró en el mundo por la envidia del diablo, y los de su partido pasarán por ella”, (Sab 1,13-15; 2,23-25). Esta lectura tomada del libro de la Sabiduría no es una interesante lección filosófica sobre la muerte y la mortalidad del ser humano.

Es, sobre todo, una invitación a la meditación sobre la dignidad del hombre y sobre la meta de su esperanza. Vivimos entre el  miedo y la algarabía. Con demasiada frecuencia nos entretenemos con las pequeñas cosas de cada día. Unas nos preocupan y otras nos divierten. La palabra de Dios nos lleva hoy a preguntarnos cómo miramos al más allá.  

Con el salmo 29, en este domingo, recobramos el aliento suficiente para poder agradecer nuestra liberación: “Te ensalzaré, Señor, porque me has librado”.

San Pablo trata de exhortar a los Corintios para que colaboren en la colecta que él está promoviendo a favor de los pobres de Jerusalén. Pero sigue teniendo actualidad ese intento de comprobar la sinceridad  de nuestro amor, (2 Cor 8,7-9).

DOS SITUACIONES

También en el evangelio de hoy aparece la sombra de la muerte, acompañada por la enfermedad, (Mc 5,21-43). Pero aparece, sobre todo, la figura de Jesús como señor de la vida, como apoyo de la fe y como fuente de la esperanza. Por medio de dos situaciones muy humanas se hacen evidentes en Jesús dos atributos divinos como la  misericordia y el poder.

  • Dos mujeres coinciden en la mención de un número simbólico. Una niña de doce años está a punto de morir. Y una mujer lleva ya doce años padeciendo unas hemorragias, que no solo son molestas, sino que la condenan a una situación de impureza legal.
  • En ambos casos se manifiesta la fuerza sanadora y vivificante de la oración. Por una parte, Jairo pide la salud y la vida para su hija. Y, por otro lado, la mujer enferma alimenta en silencio su confianza en el Maestro.
  • Además, se nos dice que la Palabra de Jesús logra acallar la algarabía de las plañideras que lamentan la muerte de la niña. Y pone fin al silencio con que la mujer enferma pretendía ocultar, tanto su dolencia como su esperanza.

DEL TEMOR A LA VIDA

Los sentidos corporales son las celosías y ventanas del alma, como escribía san Bernardo. Entre ellos, es muy importante el sentido del tacto. Jesús no lo desprecia. Al contrario, toca a las personas, aun en los casos en los que la Ley lo prohíbe. 

  • Mientras va caminando, Jesús “nota” que alguien le ha tocado. Se da cuenta de que de él ha salido un poder. También la mujer enferma “nota” que ha sido curada al tocar la orla del manto del Maestro. Su poder no obedece a la magia, sino a la confianza.
  • Llegado a la casa de Jairo, Jesús “toma de la mano” a la niña muerta. Con ese gesto se enfrenta a la Ley y a las tradiciones de su pueblo, pero indica que su poder es cercanía. La divinidad de Jesús no comporta la negación de su humanidad.
  • Pero no basta el tacto. Hay que recordar el valor de la fe en el Señor. Jesús dice a la mujer que su fe la ha salvado. Y dirige a Jairo una exhortación a la confianza: “No temas; basta que tengas fe”. Solo la fe en Cristo nos ayuda dar el paso del temor a la vida.

-ORACIÓN: Señor Jesús, muchas personas  han sido afectadas por la enfermedad y por la muerte. Hoy queremos orar por ellas. No queremos ser indiferentes al dolor de todos los que sufren. Toca tú nuestro corazón, para que podamos hacer visible tu misericordia y poder. Amén.