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El sufrimiento no es castigo

El sufrimiento no es castigo

Por mucho tiempo los sabios de Israel enseñaron que Dios premia la virtud y castiga la maldad. En el Antiguo Testamento encontramos relatos con estas expresiones, por ejemplo el libro del Deuteronomio dice que si Israel se portaba bien Yahvé le multiplicaría sus bienes; pero si no obedecían, sufrirían plagas como Egipto.

Esta manera de analizar la vida se contradice con lo que vemos: increyentes que amasan fortunas, gente buena que pierde sus cosechas o a sus seres queridos, sus trabajos, etc.

Algunos israelitas no comprendían esta doctrina tradicional, que veía en las catástrofes un castigo de parte de Dios. Los desterrados de Israel no podían entender por qué israelitas inocentes tenían que pagar por las culpas de sus padres.

El profeta Ezequiel, buscando dar una repuesta, habla de una Responsabilidad Personal, de modo que cada a quien se le pagará o se le premiará por sus propias obras, pero aún no quedaba claro por qué sufre el inocente. El mal seguía siendo un misterio. 

Un sabio anónimo del siglo V abordó este tema mediante una obra maestra: el libro de Job, que se puede resumir de la siguiente forma: El contraste entre la prosperidad y la ruina de Job, lo repentino de su calamidad, la filosofía del sufrimiento propia de su época, la profundidad de su desánimo, el aumento gradual de su confianza en Dios, la dramática aparición de Dios, el arrepentimiento y la restauración de Job.

Hay en el mundo cosas que el hombre no entiende, como el mal. La única actitud debe ser un acto de humildad ante Dios y antes que uno pueda comprender “felices los pobres” debemos reconocer que “felices los ricos” no es verdad.