Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, celebró el 40 aniversario de su ordenación sacerdotal con una misa en la Catedral de Chitré donde reafirmó su deseo de “ser un sacerdote santo, alegre y un poco más valiente”.
Por Redacción
“Estoy más que nunca consciente que desde mi más tierna infancia y a lo largo de toda mi vida, Dios siempre quiso que fuera sacerdote. Me eligió, me llamó y me rodeó de personas que lo hicieron posible sobre todo mis padres y familiares, padrinos de bautizo, además de sacerdotes” destacó monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, arzobispo de Panamá, hoy domingo 17 de diciembre en la Catedral San Juan Bautista de Chitré.
“¡Cómo no agradecer el testimonio del P. Andrés Pallarés, José Majada, Francisco Iturbe, Miguel Ángel Keller, Rafael Alonso y, el muy querido y recordado, P. Segundo Familiar Cano!» manifestó monseñor Ulloa.
En la celebración el arzobispo de Panamá regaló a monseñor Rafael Valdivieso, obispo de la diócesis de Chitré, un solideo y la silla usada por el Papa Francisco, en gratitud a Dios de iniciar su ministerio sacerdotal en esta Catedral.
Recordó en su homilía, que con tan solo 26 años de edad en ese histórico templo fue ordenado presbítero, gracias a la imposición de manos del entonces obispo de esta diócesis, monseñor José María Carrizo.
«Con mis manos aún medio vacías y mi corazón conmovido, renuevo mi compromiso por los días que estén por venir, quizá los mejores años, cuando el vino está ya añejado y tal vez tenga un mejor sabor: el sabor concentrado del Amor de los Amores que no me ha dejado nunca solo», acentuó monseñor.
También agradeció a Dios el permitirle vivir su ministerio como sacerdote diocesano, como fraile agustino, como obispo auxiliar y arzobispo de Panamá, en diversos lugares: como en Guararé, Panamá, El Escorial, Chitré y durante 20 años en la Arquidiócesis de Panamá, donde “me he sentido siempre acompañado por las personas que me ha tocado servirles», expresó Ulloa.
Exhortó a los fieles que le acompañaron en la celebración para que oraran por los sacerdotes. “Pidan mucho por nosotros, para que apreciemos el don recibido, siempre estemos alegres y satisfechos. Pidan para que me deje guiar por el Espíritu Santo y pueda hacer un día realidad mi gran sueño… ser un sacerdote santo, alegre y un poco más valiente”.
