Entre las prácticas que animan la sinodalidad, las «Horas Santas» se destacan como momentos privilegiados de encuentro con Dios y comunión con los demás.
Por Marianne Colmenárez
En la Iglesia, la sinodalidad ha sido un tema central en los últimos tiempos, todo bautizado que frecuenta al menos su parroquia sabe que está llamado a caminar junto a sus hermanos en un proceso que implica una comunión profunda, un discernimiento comunitario que le permitirá actuar según la voluntad de Dios.
Varias comunidades, movimientos y grupos de laicos comprometidos han visto como la práctica de la Hora Santa se ha convertido en un espacio privilegiado que han sabido aprovechar. El sacerdote Alejandro Goulbourne, párroco de la iglesia Nuestra Señora de Lourdes, afirma que la Hora Santa es un regalo que la Iglesia ha valorado dentro de este ámbito de la sinodalidad.
“A través de la adoración eucarística, la escucha de la Palabra de Dios y el diálogo, la comunidad se sumerge en la voluntad divina, buscando discernir juntos, sin distinción de credo, nacionalidad, ni pertenencia, sobre los caminos que el Señor tiene preparados”, expresó.
Goulbourne comparte que los jueves eucarísticos sucede en su parroquia algo particular. “Cuando se expone el Santísimo, vemos como llegan personas de distintas edades a adorar al Señor, sucede que son hermanos que no pueden comulgar, se retiran cuando culminamos la hora y solo se quedan los fieles que asisten a la eucaristía”.
“Veo y reflexiono sobre el anhelo con el que vienen y en el cómo se identifican tanto con este momento. Concluyó que de alguna manera ven al Dios de la misericordia está allí, lo hacen de ellos”, dijo.
Miro a Jesús, y Él me mira
El padre Alejandro manifiesta que esa escena que se repite en la parroquia todos los jueves, le hace recordar la historia del santo cura de Ars, quien veía frecuentemente en su Iglesia a un campesino contemplando al Señor, un hombre que nunca utilizaba ni libros de rezos, ni rosario, y que se contentaba con solo mirar al Santísimo.
Un buen día le preguntó el sacerdote: “Amigo, ¿qué oración reza usted cuando está en la Iglesia? ¡Oh, Señor cura!, respondió el campesino: son muchas las veces que no puedo rezar. Entonces miro a Jesús, y él me mira”.
El párroco de la iglesia Lourdes manifiesta que ojalá alcancemos a enamoramos del Jesús como ese campesino, que ni siquiera habla solo contempla.
Hora Santa en el Hogar Luisa
Desde hace dos años, voluntarios del Centro de atención integral a migrantes y refugiados Hogar Luisa organizan para el primer jueves de cada mes la Hora Santa. Coordinan para que algún sacerdote o diácono los acompañen, quien debe encargarse de llevar el Cuerpo de Cristo porque el albergue no tiene capilla.
“Esperamos con mucha ilusión ese día, invitamos a todos los usuarios para que asistan, sin obligarles, desde su libertad deciden si entran o no al salón. En realidad, no importa si no profesan nuestra fe, o si no hablan nuestro mismo idioma, sabemos que el Espíritu Santo hace su obra” comenta Mabel Rodríguez, voluntaria del albergue.
Agrega que han podido escuchar testimonios buenísimos de los migrantes que participaron en la adoración.
El padre Alfredo Uzcátegui, vicario de la parroquia Santa Ana ha estado en varias ocasiones dirigiendo este momento de oración y adoración en el Hogar Luisa.
Asegura que, “a través de la oración, recibimos la gracia de Dios para enfrentar los desafíos y dificultades que pueden surgir en el camino. La adoración eucarística, nos conecta con la fuente misma de vida, en esos 60 minutos nos capacitamos de alguna manera para amar y servir a los demás como Jesús lo hizo. En su presencia real encontramos inspiración, sabiduría y fuerza para vivir en plenitud nuestra vocación como miembros del pueblo de Dios”.