Como en pandemia, la incertidumbre afecta a las familias, cuyos padres y abuelos, sin formación pedagógica, vuelven a acompañar a sus hijos en la formación académica virtual, mientras atienden sus responsabilidades laborales y del hogar.
Por Marianne Colmenárez
Para salvaguardar la integridad física de los estudiantes, el Ministerio de Educación (MEDUCA) comunicó la suspensión de las clases presenciales a partir del miércoles 25 de octubre. A casi 20 días de retomar repentinamente las plataformas tecnológicas, las familias tratan de llenarse de paciencia para sobrellevar los cambios drásticos de sus rutinas.
Con esfuerzo acompañan a sus hijos en una modalidad de estudio que trae consigo pros y contras.
Para Melissa Reyes, estas semanas de virtualidad por motivos de protesta, ha sido un poco caóticas en su hogar. Señaló que, durante la pandemia, su hijo aún no estaba en el colegio, ahora su niño Daniel cursa primer grado y no ha podido apoyarle como quisiera.
“Ni mi esposo ni yo podemos quedarnos en casa con él, hemos tenido que dejarlo con abuelos, quienes no manejan la tecnología, no conocen los métodos, ni mucho menos están empapados con la tareas e investigaciones, de las distintas materias. En un solo día puede estudiar matemáticas, ciencias, grammar, spelling”, afirmó.
Explicó que han observado el cansancio y la impaciencia del niño, quien no está preparado para estar sentado frente a una pantalla por tantas horas. “Se debe conectar a las 6:50 de la mañana hasta la una y media de la tarde, con sus respectivos recesos”, acotó.
En plataformas como Microsft Teams y Zoom, buscan cumplir con lo establecido y culminar el año escolar.
Por su parte, Aileen Rodríguez, como jefa de un departamento, ha tenido que atender por teletrabajo reuniones constantes por Zoom, llamadas telefónicas, elaborar reportes y asumir prácticamente sola el acompañamiento de sus dos hijos varones: Xavier cursa quinto grado de primaria y Alejandro segundo grado.
Su hija, de tres años, aún no estudia, pero como toda niña pequeña demanda atención constantemente. Su esposo trabaja de manera presencial y solo puede ayudarle en horas de la tarde.
“Vivimos en Arraiján, el teletrabajo nos ayuda a ahorrar energía, tiempo en carretera, dinero y hasta gasolina. Sin embargo, ha sido muy duro para toda la familia. El servicio de internet ha estado con afectaciones, cuando finalmente logramos conectarnos, la lucha es para que mis hijos logren concentrarse, se han visto muy afectados emocionalmente”, señaló Aileen.
Manifiesta tener confianza en Dios, a quien ruega para que la nación pueda superar pronto este conflicto tan prolongado.
Los abuelos, bateadores emergentes
Y si para los padres es difícil, los abuelos no la pasan nada bien. Carmen Serrano, abuela de Sebastián, asegura que hay que tomar en cuenta que, si los padres trabajan, les corresponde a los abuelos “batear de emergentes”.
¿Saben algo de pedagogía moderna, de impartir conocimientos a los niños de hoy? Nada, en la mayoría de los casos. Pero se arman de paciencia, aunque la manera en que estudiaron matemáticas hace más de 50 años, no es ni remotamente parecida a cómo la estudian hoy. Si el niño no le entendió al maestro en la hora de esa materia, se queda con un vacío de aprendizaje que solo el experto, es decir, el docente, puede llenar, manifestó.
Carmen informó que se redujeron los minutos de cada materia solo para cumplir con la agenda establecida. El sistema funciona como un tren que va a velocidad, manejado por un maquinista que solo sabe conducir autos y bicicletas.
A su juicio, desde casa, el niño no aprende como debe ser; los padres se desesperan llamando a los abuelos, y estos, no saben qué hacer para atender con propiedad al alumno que, a su vez, lucha por concentrarse mientras el hermano más pequeño revolotea por toda la casa, con el abuelo detrás tratando de controlarlo.