“Es necesario nacer del espíritu”, Monseñor José Domingo Ulloa

“Es necesario nacer del espíritu”, Monseñor José Domingo Ulloa

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Estamos en el lunes segundo de Pascua, y los Hechos de los Apóstoles nos sigue narrando y así será durante toda la Pascua, la vida de los discípulos y seguidores de Jesús, y Monseñor José Domingo Ulloa, en su homilía lo resalta y en cuanto al Evangelio de hoy, nos recuerda que es necesario “renacer de lo alto”, nacer del Espíritu como le dijo a Nicodemo.

“Pedro y Juan volvieron a la comunidad después de estar en la cárcel y les contaron que les habían prohibido hablar en nombre de “ÉSE” y todos a una comienzan a orar”, y el relato indica que se dirigen al único que pueda salvarlos de aquella situación y darles fuerza para afrontar todo el sufrimiento que les amenaza y superar toda adversidad.     

El Arzobispo de la Arquidiócesis de Panamá, Monseñor José Domingo Ulloa Mendieta, dijo que hoy también nosotros nos aferramos a la fuerza de la oración, y rezamos como lo hicieron nuestros antepasados, en medio en esta situación de sufrimiento y adversidad que vive el mundo. 

Monseñor Ulloa indicó que ayer como hoy, “Dios no se deja vencer en generosidad y su Espíritu irrumpe con toda su fuerza y vehemencia para llenarlos de valentía y ardor y así poder propagar el nombre de Jesús, su mensaje, sin miedo, con la libertad de los hijos de Dios”. 

Iluminando, el evangelio de hoy que nos presenta a un personaje que representa las inquietudes que podemos sentir en muchas ocasiones de nuestra vida, el Arzobispo cuenta que Nicodemo tenía hambre de vivir en esa verdad que buscaba y anhelaba, pero le faltaba el nacer de nuevo no en la carne sino en el Espíritu Santo.

“Te lo aseguro”, esta afirmación la repite Jesús por dos veces: Primero dice “el que no nazca de nuevo”, después “el que no nazca del agua y del Espíritu”. La pregunta desconcertante de Nicodemo es “¿cómo puede nacer un hombre siendo viejo?”, pero Jesús le dice: no se trata de nacer en la carne sino en el espíritu”, relata Mons. Ulloa.

Hoy, Jesús nos dice lo mismo que a Nicodemo, ya no puedes seguir así, tienes que nacer de nuevo, a una vida nueva, a la vida que Él nos ofrece, el espíritu. “Jesús le dijo que para ver el Reino de Dios era necesario “renacer de lo alto.” Desde luego, Jesús no se refería al nacimiento físico; sino a un nacimiento espiritual”, explicó.

Y Monseñor Ulloa nos dice que es posible que a nosotros también nos parezca curioso este concepto de nacer de lo alto. Vivimos en un mundo que confía más en los sentidos físicos: ver, tocar, oír, degustar y oler. 

“Pero Jesús vino para vivificar nuestros sentidos espirituales para que podamos “verlo” y “tocarlo” de una forma aún más profunda; vino a enseñarnos a caminar por fe y no solo por lo que vemos”, agregó.

Finalmente dijo, que nacer del Espíritu significa ser diferentes, y podemos estar seguros de que, si permanecemos cerca del Señor, los demás notarán algo distinto en nosotros y se sentirán intrigados por saber qué es aquello que nos hace diferentes. “Verán que llevamos un distinto estilo de vida y eso los hará más receptivos a la buena noticia de Cristo”, aseguró.

 

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A continuación, el texto completo de la Homilía de Monseñor Ulloa desde la capilla de su casa.

 

Homilía Lunes segundo de Pascua

Mons. José Domingo Ulloa M.

 

Hermanos y hermanas:

Los Hechos de los Apóstoles nos van narrando durante toda la Pascua la vida de los discípulos y seguidores de Jesús, en esos primeros tiempos de una iglesia viva, sin miedo de nada ni nadie y confiada sólo en Jesús.

Pedro y Juan volvieron a la comunidad después de estar en la cárcel y les contaron que les habían prohibido hablar en nombre de “ÉSE” y todos comienzan a orar, se dirigen al único que pueda salvarlos de aquella situación y darles fuerza para afrontar todo el sufrimiento que les amenaza y superar toda adversidad.     

En su oración ardiente y confiada rezan con el salmo segundo, igual que lo hiciera el rey David, “¿por qué se amotinan las naciones y se alían los reyes de la tierra?”.  Como antaño también ahora se han aliado los reyes y los jefes, es decir Herodes y Poncio Pilatos, contra tu siervo Jesús tu Ungido, y no sólo con Él, ahora también contra los que creemos en Él y queremos seguirle y anunciar su palabra.

Dios no se deja vencer en generosidad y su Espíritu irrumpe con toda su fuerza y vehemencia para llenarlos de valentía y ardor y así poder propagar el nombre de Jesús, su mensaje, sin miedo, con la libertad de los hijos de Dios. Y dice el texto “tembló el lugar donde estaban reunidos”.

Ahora también necesitamos de ese Espíritu que haga temblar los cimientos de las almas. En este tiempo de pascua parece que se siente más vivo y con más fuerza y hay que tener valentía en no callar y presentar a Jesús en una sociedad donde el no creer está de moda, pero se buscan otros medios para interiorizar y buscar la felicidad que el hombre lleva impresa en su ser y no se encuentra porque sólo Dios puede darla.

El Espíritu Santo

El evangelio de hoy nos presenta a un personaje que siente la inquietud por el Maestro, las cosas que oye de Él, los milagros y predicación, por eso le admira y cree que Él es de verdad el Mesías, “Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios, como maestro porque nadie puede hacer los signos que tú haces si Dios no está con él».

Nicodemo fue a ver a Jesús de noche, por miedo, por respeto humano a todos los judíos. Tenía hambre de vivir en esa verdad que buscaba y anhelaba, pero le faltaba el nacer de nuevo no en la carne sino en el Espíritu Santo.

 

“Te lo aseguro”, esta afirmación la repite Jesús por dos veces: Primero dice “el que no nazca de nuevo”, después “el que no nazca del agua y del Espíritu”. La pregunta desconcertante de Nicodemo es “¿cómo puede nacer un hombre siendo viejo?”. No se trata, le dice Jesús, de nacer en la carne sino en el espíritu.

Nicodemo sí se extrañó de lo que acababa de escuchar. Jesús le dijo que para ver el Reino de Dios era necesario “renacer de lo alto.” Desde luego, Jesús no se refería al nacimiento físico; sino a un nacimiento espiritual.

Es posible que a nosotros también nos parezca curioso este concepto de nacer de lo alto. Vivimos en un mundo que confía más en los sentidos físicos: ver, tocar, oír, degustar y oler.

Pero Jesús vino para vivificar nuestros sentidos espirituales para que podamos “verlo” y “tocarlo” de una forma aún más profunda; vino a enseñarnos a caminar por fe y no solo por lo que vemos.

Entonces, ¿qué significa “nacer del Espíritu”? ¡Significa muchas cosas! Aquí plantearemos solo algunas de ellas.

Primero, nacer del Espíritu nos convierte en vasijas del Espíritu, es decir, que el Espíritu Santo habita en nosotros y está siempre pronto a animarnos, mostrarnos que hemos pecado, llenarnos de paz e impulsarnos a hacer su voluntad. Significa también que podemos ser guiados por el Espíritu, en lugar de seguir la guía de los deseos y los impulsos de nuestra naturaleza pecadora.

Segundo, nacer del Espíritu significa que podemos empezar a pensar cómo Jesús piensa, es decir, tener la “mente de Cristo” (1 Corintios 2, 16). Si cuando alguien nos hace daño tendemos a reaccionar con enojo o molestia, el Espíritu puede hacernos ver que la persona que nos ofendió también fue creada por Dios y es igualmente objeto de su amor. Puede enseñarnos a perdonar sin demora y de verdad, discernir claramente el bien del mal y estar más dispuestos a servir en vez de exigir ser servidos.

Finalmente, nacer del Espíritu significa ser diferentes, al menos desde la perspectiva del mundo. Nicodemo vio algo verdaderamente exclusivo en Jesús. ¿Serían los milagros que hacía? ¿Sería la paz que irradiaba? ¿O sería la forma en que sus palabras le llegaban al corazón?

Fuera lo que fuera, podemos estar seguros de que, si permanecemos cerca del Señor, los demás notarán algo distinto en nosotros y se sentirán intrigados por saber qué es aquello que nos hace diferentes. Verán que llevamos un distinto estilo de vida y eso los hará más receptivos a la buena noticia de Cristo.

Necesitamos nacer del Espíritu, porque nuestro espíritu está quedando muy mundano, pensamos como el mundo, traemos los sentimientos del mundo, tenemos una cabeza mundana en la forma de hablar, de pensar, de actuar y de tratar unos a los otros.

Nacer del Espíritu no es convertirse una persona alienada y fanática. Eso es muy mundano, nos recuerda el Papa Francisco; nacer del Espíritu y dejarse ser guiado por Cristo, es sumergir en la profundidad de la humildad que nos lleva para la serenidad, para la sobriedad y para la serenidad de la vida espiritual.

Es necesario nacer del Espíritu. Y nacer del Espíritu no es simplemente estar rezando en lenguas todo el tiempo ni profetizando para aquí y allí sin parar. Nacer del Espíritu es encontrar la serenidad del alma y del corazón, es encontrar el silencio interior que, muchas veces, no tenemos, porque estamos siempre con ruidos, desordenados, divididos y confusos.

Nacer del Espíritu es expulsar lo que está viejo en nosotros, para que, así los sentimientos de Dios renazcan cada día de nuestro corazón.

Oremos: para que el Señor Jesús, abre nuestros ojos espirituales, y no tengamos miedo a decirle Señor, hoy te necesito más que nunca”. ¡Dios te bendiga! 

PANAMÁ, acatemos las normas que nuestras autoridades han implementado. Por ti, por los tuyos, por Panamá -Quédate en casa.

 

† JOSÉ DOMINGO ULLOA MENDIETA, O.S.A.

ARZOBISPO METROPOLITANO DE PANAMÁ