Espiritualidad, educación y ecología

Espiritualidad, educación y ecología

Encíclica 

  • “En este proceso de conversión ecológica de nuestros estilos de vida estamos todos implicados: escuela, familia, asociaciones y catequesis”, (LS.213 ss).
  • Se imparta una educación ambiental que “dispongan a dar ese salto hacia el Misterio, desde donde una ética ecológica adquiere su sentido más hondo”, (LS.210 ss).
  • “Al final nos encontraremos cara a cara frente a la infinita belleza de Dios y podremos leer con feliz admiración el misterio del universo”, (LS.243 ss).

Francisco Espino G.

El capítulo sexto de la encíclica Laudato Si, sobre el cuidado de la casa común (nuestro planeta tierra), el papa Francisco destaca la necesidad de incorporar la espiritualidad, la educación, la cultura de cada pueblo, región, comunidad como un gran desafío para el futuro del planeta.  Todo ello, además supone largos procesos socioeconómicos necesarios para crear conciencia, procurando la regeneración natural del medio ambiente, así como de las especies y, agrega, estamos convencidos que tenemos que reorientarnos hacía una conciencia de origen común, de una pertenencia mutua de un futuro compartido, debemos saber que habitamos juntos en una gran casa común, (LS.202 ss).

Si bien se concibe la Educación Ecológica como la formación práctica y metodológica que se le da a una persona en vías de su desarrollo y crecimiento; proceso mediante el cual a un individuo se le suministran las herramientas y conocimientos esenciales para ponerlos en práctica en la vida cotidiana, en favor del ambiente.   Para a una espiritualidad ecológica, se necesita además que se dé una conversión; la toma de conciencia de la santidad de Dios, con quien estamos destinados a estar en relación por nuestra condición de miembros de su pueblo santo, tener una relación comprometida con la naturaleza, con todo lo creado.  

La conversión es convertirse, el cambiar de vida, cuando se decide tomar un rumbo diferente del que se venía; la conversión consiste en aceptar a Cristo como nuestro Dios y guía; es disponer nuestro corazón para ser transformado en personas libres, para amar sin condiciones.  La conversión es el fruto del encuentro con Jesucristo, es poder levantarse del pecado confiando que tenemos un padre que nos ama. Es confiar en su misericordia, en perdonar si encuentra un corazón arrepentido.  

Como cristianos o no cristianos, debemos reconocer que no hemos hecho los mejores esfuerzos a favor de nuestra casa común, el medio ambiente.  Hay que aceptar que no se está actuando en la dirección correcta en cuanto al cuidado y protección de la naturaleza, de nuestro planeta tierra.  Hemos perdido el sentido de compartir;  no somos solidarios, existe indiferencia ante los problemas del prójimo, con los pobres, con los que están marginados. Estamos perdiendo el sentido de la creación.  Recordemos al Papa Francisco cuando nos dice… “que el ambiente natural y el ambiente social se degrada juntos, existe una sola y compleja crisis socioambiental”, por ello se hace necesario involucrar la espiritualidad en este tema.

Debemos reivindicarnos con Dios que nos dio este mundo como regalo, debemos mostrar arrepentimiento por haber en algún momento actuado de forma tal, que haya ocasionado una herida en la naturaleza.  Por algún momento hayamos contribuido a un detrimento de la naturaleza, por las especies por mínima que sea. Necesitamos reconocer y confesar sinceramente nuestras acciones, omisiones e indiferencia. 

Debemos comprometernos a reparar y reconciliarnos con nuestra casa común, ser solidarios con nuestro prójimo, debemos restaurar la unión del amor de Dios, entre los seres humanos en general y en particular cada uno de nosotros con nuestro entorno natural, que exige resarcir los daños causados.