Panamá, aunque a nivel internacional es un país que tiende hacia el primer mundo, a nivel de desarrollo integral; sin embargo a nivel espiritual cristiano nos mantenemos en muchos lugares del territorio en la primera evangelización. No porque no haya existido procesos de evangelización. Sino porque siempre se le ha dado más prioridad a otros aspectos y los procesos han sido muy lentos, con dificultades para asimilar la evangelización por muchos motivos.
Tenemos que recordar que Panamá es un país muy bendecido por Dios al no tener los movimientos telúricos ni los fenómenos naturales que han atacado los países vecinos como Colombia, Costa Rica y el resto de Centroamérica y el Caribe.
Esto como que ha creado poco interés por lo religioso y adhesión al Dios de la vida. Se vive en un país donde la cultura del ahorro y de la profundización cultural e histórica falla mucho. Por supuesto que el ambiente religioso está saturado por un sincretismo muy fuerte, lo cual nos lleva a sentirnos en un proceso de iniciación cristiana que requiere una mayor profundización en la reflexión y contemplación del misterio de Cristo.
Eso permite que con sinceridad nos mantengamos dentro de una evangelización ad gentes.
Debemos comprender que a nivel nacional Panamá es una región donde los misioneros y misioneras de otras latitudes tengan que venir a colaborar en la evangelización de nuestros pueblos.
Existe mucha juventud y personas comprometidas dentro de la evangelización; lamentablemente existe poca consistencia en la perseverancia y acogida del misterio de Cristo. Con facilidad perdemos el sentido de mantenernos firmes en la fe. Caemos en el derrotismo con facilidad. Somos una sociedad poco consistente ante las pruebas que se nos presentan. El asumir la cruz de Jesucristo con todas sus consecuencias como que nos introduce dentro de una situación que no nos permite asumir el control ante el sufrimiento.
Las pruebas nos agobian con facilidad y perdemos el sentido de nuestro caminar. El saber levantarnos ante las caídas que, como humanos podemos asumir.
Existe siempre una actitud competitiva, donde nadie asume el que tengamos que ir siempre hacia adelante con espíritu de fraternidad y deseo de hacer que todos marchemos en un mismo sentido y donde trabajemos para que nadie se quede rezagado. Es un trabajo, donde el Papa Francisco nos impulsa a vivir dentro de una Iglesia en salida. Que requiere estar dispuestos a asumir los accidentes y caídas que podamos enfrentar. Pero eso demanda de nuestra parte humildad, sencillez de corazón, un aprendizaje a pedir y dar perdón dentro de las acciones que realizamos.
El Papa Francisco nos pide desde la realidad de nuestro mes misionero reflexionar sobre quién es el objetivo de nuestra misión, hacia dónde vamos y por quién debemos dar la vida. Al centro de todo está Jesucristo.
Ahora bien, todos tenemos que aprender a ser positivos ante ciertos reveses que nos toca vivir. No dejarnos impresionar ante ciertas derrotas e impulsarnos siempre hacia adelante, con esa actitud de fe que tuvo nuestra Madre María, que sintiéndose interpelada e impulsada a decir siempre sí, Dios le dio la oportunidad de convertirse en la fiel misionera que supo llevar a Jesús en su vientre en la visita que hizo a su prima Isabel.
Que el ejemplo sencillo y fuerte de María nos impulse a salir de nosotros mismos para sentirnos impulsados a dejar nuestras comodidades e ir hacia los demás con espíritu abierto y valiente llevando a Jesucristo a todos los hombres y mujeres de toda la faz de la tierra.
Todos los panameños tenemos una tarea pendiente a nivel de la evangelización. Recordemos personas como Fray Martín de Porres, que teniendo ascendencia panameña supo responder a su tiempo pero con una entrega total, generosa y disponible que lo llevó a los altares. Sabemos y conocemos que hay muchos santos panameños en el anonimato, que silenciosamente han entregado su vida al servicio de los demás; pero al resto de los panameños nos toca ser más observadores y reconocer que no es venteando lo que hacemos como conseguimos la santidad; sino desde una acción concreta y perseverante que lograremos cambiar este mundo en que vivimos y darnos incondicionalmente al servicio de los demás.
En este tiempo de gracia que el Señor concede a Panamá en la preparación para la próxima jornada Mundial de la Juventud, Santa María la Antigua nos acompañe y seamos portadores de la gracia de Dios y nos prepare para ser los grandes receptores de la juventud mundial para que la obra de amor de Cristo sea un acontecimiento santificador y transformador de nuestro pueblo panameño y todo el pueblo centroamericano.
Mons. Pedro Hernández Cantarero / Obispo Vicariato de Darién