Antonio Luis Troya es un escultor restaurador sevillano que traspasa fronteras; sus obras han alcanzado rincones recónditos del continente americano y trabaja día a día desde la humildad de su estudio para seguir creciendo en el difícil mundo de la escultura religiosa, escultura de monumentos y restauración. Desde los dieciséis años, se encuentra formándose en el mundo de la escultura y restauración en la escuela de arte de Sevilla.
Su vinculación con el continente americano comenzó en el 2013, con motivo de la restauración del Cristo de Atalaya de la Basílica Menor, en la diócesis de Santiago.
“Me encontré una imagen en muy mal estado, por el deterioro natural del paso del tiempo y por una mala intervención de hace dos años atrás, una restauración poco favorecedora que seguramente se hizo con la mejor de las intenciones, pero que el resultado fue muy desfavorable para la imagen”, expresó Troya.
Comenta que una vez concluida la restauración, y devuelta la imagen a su estado original, los devotos descansaron quedaron muy satisfechos con el resultado. Para él fue todo un reto, pues tenía que devolverles la imagen de Jesús Nazareno de Atalaya que ellos recordaban, y con la presión añadida de que estaba a muchos kilómetros de su casa, restaurando la imagen con más devoción en esta diócesis.
“Quizás el buen resultado de la restauración hizo que el obispado de Santiago contara conmigo en futuros proyectos. En 2015 regresé a Atalaya para revisar la imagen, y en 2016 restauré la imagen de San Francisco Javier, patrono de Cañazas. Y posteriormente salió este gran proyecto para mí, un crucificado, una Virgen Dolorosa y una imagen del patrón del seminario de San Liborio, que fueron trabajados en Sevilla”, explicó Troya.
El artista asegura que cuando rea-liza una imagen tiene solo un objetivo claro, y es que la imagen tiene que tener unción divina, tiene que invitar a rezar, tiene que emocionar, transmitir; porque se puede hacer la imagen más perfecta y bella del mundo, pero si es fría, no tiene sentido.
“Hoy en día vivimos en un mundo en que la estética lo es todo, y eso se lleva a nuestro campo escultórico; en cada obra nueva que sale de mis manos, me doy cuenta de que menos, es más”, expresó.
Agregó que siempre aporta a cada obra una dedicación total, entrega máxima, humildad, trabajo, constancia y respeto a lo que sabe que es capaz de crear.
Este conjunto de obras religiosas, el crucificado, la Virgen Dolorosa y la imagen del patrón del Seminario, han sido expuestas en el Apeadero del Ayuntamiento de Sevilla, junto a la Catedral del lugar, por lo que este artista se siente privilegiado, de que sus obras hayan sido vistas en su tierra natal, antes de traerlas a Panamá.
“Agradezco a Monseñor Audilio Aguilar porque confió en mi trabajo cuando tan solo tenía 25 años, pues he podido llevar a su diócesis una de las obras más importantes en mi carrera artística”, dijo
Agradeció también al Padre Reginio Aguilar, pues él ha sido siempre su persona de contacto y la persona que le ha hecho sentir Panamá como su propia casa.