Hacer valer la dignidad de quienes nos rodean

Hacer valer la dignidad de quienes nos rodean

Con esto del coronavirus y la emergencia sanitaria declarada, el cristiano tiene dos deberes importantes: primero, sembrar esperanza y optimismo ahí donde esté y, segundo, reconocer que en todo ser humano, sin importar su clase, religión, partido político o situación de vida, habita Dios y se le debe respeto. Esta semana, el Señor nos está recordando estos dos aspectos importantes, por lo que debemos preguntarnos ¿qué acción concreta hemos emprendido desde lo personal, pero también lo comunitario, para llevar a la vida estas dos dimensiones cristianas? Como acción sugerida, la Iglesia nos está llamando a evitar el encerramiento y, más que nada, la paralización de la acción pastoral. Los cristianos no podemos integrar esos grupos de personas que están ensimismadas en sus propias y exclusivas necesidades, o esos que se la pasan difundiendo información negativa o intranquilizante por las redes o por teléfono. Eso en lo tocante a ser discípulo de la luz y la esperanza. Pero también está lo que se relaciona con el acompañamiento a esas personas necesitadas, como los enfermos, ancianos y personas con discapacidad. En estos momentos, cuando la movilización de muchos está limitada por los cercos sanitarios y la cuarentena, recordemos la enseña de Jesús que puso la dignidad del ser humano por encima cualquier cosa. Debemos estar aislados y en casa, es cierto, pero que nadie se sienta solo, abandonado y sin posibilidades. Es en estas circunstancias cuando los cristianos dejamos la teoría, y probamos con nuestras acciones que Dios está vivo. ¡Ánimo!