Las autoridades religiosas del tiempo de Jesús ultrajaban mucho a su pueblo. Sale un hombre que vendría a redimirlo, enseñando gratuitamente a todos mucho más de lo que las autoridades podían imaginar. Después de enseñar a las multitudes, Jesús le pide a Simón que avance mar adentro y lance las redes para la pesca.
Simón pone una objeción porque no había pescado nada, pero dice: en tu palabra, echaré las redes. Pescaron tantos peces ¡que las redes casi se rompen! Tuvieron que llamar a la otra barca (Santiago y Juan hijos de Zabedeo) para que les ayudaran. Simón ya conocía el poder de Jesús, Quien ha tenido una experiencia de lo divino se siente inmediatamente movido a una afecto y un compromiso. Es lo que vemos en las palabras de Jesús dirigidas a Pedro, pero que incluyen a Santiago y a Juan, y también a todos nosotros: “No temas. Desde ahora serán pescadores de hombres (5,10). Pedro ya era pescador. Ahora se ha convertido en pescador de hombres. Dejaron todo y siguieron a Jesús. El seguimiento es radical no pusieron objeción.
Y en esta misión que inician Jesús y los que llamó pescadores de hombres, llega la oportunidad para los marginados (5, 12-16). Un caso muy especial de enfermedad era la lepra aquel tiempo cualquier enfermedad de la piel era considerada lepra. La persona leprosa era apartada. Había un leproso que tenía mucha fe y se dirige al encuentro de Jesús. Aquí vemos como Jesús aprecia más a las personas que a las leyes. Está prohibido acercarse y mucho menos tocarlos. Y es con ese toque de amor como el leproso queda curado. La importancia aquí es el leproso que Jesús toca y cura. Es Jesús que se acerca al pueblo marginado, excluido de la sociedad.