Comisión Arquidiocesana de Catequesis
LA EUCARISTÍA NOS RENUEVA Y NOS IMPULSA A EJERCER LA CARIDAD CON LOS DEMÁS: NOS UNE ÍNTIMAMENTE CON JESÚS Y NOS COMPROMETE A HACERNOS, COMO ÉL, SERVIDORES DE LOS OTROS, ESPECIALMENTE DE LOS MÁS NECESITADOS.
En la primera carta a los Corintios, San Pablo explica el sentido profundo de la cena del Señor: «Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes… Esta es la copa de la Nueva Alianza que se sella con mi sangre…». Aunque no es posible ahora, mientras dure la crisis, comer el pan eucarístico, “podemos realizar una vida eucarística”, nos exhorta el Papa Francisco, “buscándolo en aquel sagrario que son los últimos, los que sufren, las personas solas y pobres”. Porque la Eucaristía es fuente y culmen del mandato del Señor: «ámense los unos a los otros, como yo los he amado». No podemos comulgar, aunque sea espiritualmente, y al mismo tiempo dar la espalda a los pobres o necesitados. El amor de Cristo nos invita a la caridad efectiva con los hermanos. Además, en la Eucaristía encontramos la energía necesaria para vivir los momentos difíciles.
La Eucaristía es un misterio, un don maravilloso entregado por Jesús a su Iglesia; por ello, necesitamos profundizar su significado en nuestras catequesis. Los catequistas hemos de transmitir, como misión prioritaria, la gran riqueza que nos ha sido confiada y el compromiso que adquirimos al participar en ella. En la Eucaristía está contenido todo el amor de Dios por nosotros, y toda su bondad, su misericordia, su generosidad. En este sacramento, Jesús nos da el mismo Cuerpo que entregó por nosotros en la cruz, y la misma Sangre que derramó al ser crucificado, para el perdón de nuestros pecados.
Nosotros participamos de un modo especial en la Eucaristía, cuando unimos al sacrificio de Cristo, el ofrecimiento de nuestra propia vida, con sus sufrimientos, sus alegrías, el trabajo que realizamos, la oración que hacemos, todo lo que somos y lo que tenemos; así́ nuestra vida y nuestros actos adquieren un valor nuevo, una nueva vida.