«Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo» (Jn 6,51).
Por Mons. Luis Enrique Saldaña Guerra, OFM.
Jesús se nos hace pan, desde aquel Jueves Santo, cuando Él se nos dona y se nos entrega plenamente, en el sacramento de la Comunión. Desde aquel preciso momento, Él decidió quedarse con nosotros y junto a nosotros en este sacramento que es “Pan de Vida para hoy” para todos.
Al ver la historia de nuestros pueblos, lo más importante desde aquella hora siempre ha sido el alimento, EL PAN, lo que nos da energía, nos nutre y nos alimenta; esto hablándolo en términos físicos, para poder moderadamente tener una sana nutrición.
Al hablar del PAN VIVO HOY, lo encontramos en el sacramento de la Eucaristía, como una forma privilegiada en la que Él se nos acerca y se nos dona, se nos hace pan… pan que se comparte y se reparte, para el bien espiritual de todos. Este pan que alimenta la vida y alienta nuestro ser cristianos e hijos de Dios. Pero no podemos quedarnos en un elemento intimista y particular. En el camino sinodal, en que la Iglesia se encuentra, es momento en que hay que tomar conciencia de que todos somos parte de este maravilloso cuerpo místico de la Iglesia, en el cual todos somos miembros de ella.
Ya san Pablo nos habla de los miembros del cuerpo de la Iglesia, y su corazón, en definitiva, es la presencia del pan vivo, el cual está hoy entre nosotros, para ser compartido y repartido por nosotros.
Somos conscientes como el día en que santa María Magdalena corre a buscar a su Señor y al encontrarlo y reconocerlo, quiere dar a conocer que el Señor ha resucitado, y dar la buena nueva. La Eucaristía hoy es ese pan, que junto a la oración y junto a las prácticas cristianas, nos ayuda a alimentar este ser de hijos de Dios.
Así pues, hermanos, de este Pan vivo hoy Presente en el altar, Juan nos dice: “Quien come de este pan, vivirá para siempre”. Les invito a tener una particular devoción por la Eucaristía, a compartir la alegría de ser hijos de Dios y también a compartir con los demás, esta alegría de sentirnos parte de un todo. Esta experiencia Eucarística nos tiene que llevar a valorar a nuestra gente, a nuestro pueblo, y ser para ellos buena noticia, y de esta manera poder acercarnos y regresar a esa fuente de agua viva que es Cristo Eucaristía.