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Juan: una voz en el desierto

Juan: una voz en el desierto

“El año quince del imperio de Tiberio César… fue dirigida la Palabra de Dios aJuan, hijo de Zacarías” (Lc 3,1-2). El citado pasaje del evangelio llama la atención por su solemnidad, al presentar un acontecimiento muy significativo para el Pueblo de Dios y el mundo: que la Palabra de Dios fue dirigida a Juan.

Esta fórmula, común en el Antiguo Testamento, sirve para indicar la vocación de un profeta, por ejemplo, Jeremías, Ezequiel, Oseas, Miqueas. De esta manera fue el llamado de Juan a la misión de profeta.

Juan volvía a tomar el hilo de los profetas, que había sido interrumpido más de trescientos años antes. El último profeta, había anunciado un mesías manso y pacífico. Cien años antes, otro profeta, Malaquías, había hablado de un misterioso mensajero de Dios que iba a preparar el camino al Mesías.

Así que cuando Juan empezó a hablar en nombre de Yahvé, muchos se dieron cuenta de que pasaba algo importantísimo y se preguntaban si ese no era Elías o el profeta que habría de venir, prometido por el Deuteronomio. 

Juan aparecía como un nuevo Elías, porque tenían varios rasgos comunes: los dos aparecieron de repente; la ropa de Juan recordaba la de Elías; ambos denunciaron abusos cometidos por las autoridades.

Para tener una idea del mensaje que Juan predicó, resumamos así: anuncia que el

Reino de los Cielos está cerca, que Dios viene a establecerlo en la tierra y que la visita de Yahvé se aproxima.

La única solución para escaparse de la cólera que viene, es una conversión sincera.

Pero más que un mero cambio interior, Juan llama a una nueva orientación de la

vida, volverse a Dios para cumplir su voluntad.