Sí, las familias son columnas de una sociedad sana. Cuando sucede lo contrario se resquebraja la armonía, se pierden las ganas de vivir, el caos lo invade todo. Ciertamente la mayoría de las familias merecen mejor opinión de la que con frecuencia se tiene de ellas.
Pero no cerremos los ojos frente a ciertas señales evidentes de peligro. Frecuentemente el crimen está ligado directamente con el fracaso de la vida familiar.
Es por eso que cada familia debe reconocer su responsabilidad ineludible para la buena marcha de esa sociedad donde actuamos y vivimos y que siempre queremos mejor.
Para ello es necesario el aprecio mutuo entre los papás; también cuando pasan los años se ven muchas veces, sólo cosas negativas que antes se disculpaban, se toleraban…
Imprescindible es el consultarse mutuamente y siempre que sea necesario, compartiendo abierta y confiadamente las opiniones. Sinceridad en todo, sin secretillos de ninguna naturaleza, que suelen acarrear un maremoto de celos de imprevisibles consecuencias para la paz del hogar.
Es necesario mirarse el uno al otro como personas y no únicamente como “padres”. Debe resaltar siempre lo bueno, corrigiendo con cariño y comprensión los desaciertos.
Jamás una reprimenda, o “decirse cositas” frente a los hijos… ¡porque eso no lo olvidarán jamás! También en cuanto a la educación de los hijos deben hacerse un plan y trabajar los dos mancomunados, unidos… pues si uno dice “si”, y el otro dice “no”, desconcierta… si una parte permite todo, o desacredita y la otra parte trata de poner un orden en la vida familiar, desorienta a los hijos que generalmente se sienten heridos en el alma, o tratan de sacar “ventajitas” de las desavenencias de sus propios padres…