La autoridad es sinónimo de servicio, de guía, de responsabilidad a la consecución de una meta: Los padres la tienen de hecho y por derecho.
Rebeca Conde
Hoy día se discute mucho sobre la autoridad de los padres, y si es bueno o no que los padres se inmiscuyan en la vida de sus hijos, sean niños, adolescentes jóvenes o adultos.
Primero valdría la pena aclarar que la autoridad es sinónimo de servicio, de guía, de responsabilidad a la consecución de una meta, y en el caso de los padres la tienen de hecho y por derecho. Dada por ley natural y avalada por las leyes civiles de cada país, e incluso también está mencionada en la Declaración de los Derechos Humanos de 1948.
Autoridad paterna
Los padres tienen la indiscutible e irrenunciable autoridad moral, legal y social sobre sus hijos, que inicia desde el seno materno y continuará mientras estén bajo la patria potestad, sigan viviendo con sus padres o no se hayan emancipado legalmente.
Realmente, la autoridad paterna no se pierde aun cuando los hijos se emancipen, pero la forma de ejercerla será diferente, pues va variando de acuerdo a la edad de los hijos, pero normalmente está fundada en el amor por los hijos, el deseo de que logren la madurez, realización, el máximo desarrollo que pueda lograr y su felicidad personal.
Y es increíble que cuando un hijo respeta y honra esa autoridad, los frutos lo recoge a lo largo de su vida, pues aún ya los hijos adultos, valoran más el consejo experimentado de sus padres.
Consejos prácticos
Marcar límites claros.
Usar un lenguaje concreto, sencillo y mensajes cortos.
Que te mueva el amor por tus hijos, que siempre busca su bien
Predicar con el ejemplo, siendo congruentes y coherentes practicando virtudes.
En la actualidad, esta autoridad se ha banalizado, pues el centro de la vida son los hijos, y esto no es que este mal, lo malo es que no se marcan límites entre la autoridad paterna y los hijos, confundiendo ésta con una amistad entre pares, que lejos de ayudar a la formación de los hijos, si se logra en ocasiones, se pierda el respeto.
Los hijos, inclusive, a veces menosprecian a los padres, y el efecto en los hijos, si son adolescentes, es una pérdida total de referencia entre lo bueno y lo malo, entre lo que debe hacerse, y lo que me nace hacer.
Esta postura favorece mucho la cultura del deseo, egoísta, materialista, y no termina allí, sino incluso lleva a la violencia, pues si no logra lo querido, hace berrinche, pega, o hace lo que sea para conseguir su capricho.
Como vemos, muchas veces dejamos que los hijos tengan la autoridad sobre nosotros. Como decía mi abue “ahora los patos le tiran a las escopetas”.
Pero lo interesante es que nunca es tarde para poner orden en la familia y recuperar la autoridad, si requiere de tiempo, constancia, disciplina y mucho, mucho amor por los hijos. Hay incluso un viejo refrán chino que dice: “Para el éxito de la educación de los hijos, un poco de hambre y un poco de frío”, que en otras palabras es educar en la sobriedad, virtud que nos da la capacidad de auto dominarnos.
Bueno, espero que esta reflexión nos motive para no perder la esperanza, la alegría y la fe de sabernos autoridad en la educación de nuestros hijos, educación para la vida, y recordar que nunca es tarde para empezar.