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La dimensión comunitaria del proceso catequético

La dimensión comunitaria del proceso catequético

Sin lugar a duda, la comunidad es factor clave en la vida cristiana.  No se puede vivir la fe aisladamente.  Se necesita un “grupo” de hermanos en la fe con los que podamos caminar juntos en la experiencia de Dios.  Del mismo modo, necesitamos unir esfuerzos para que podamos transmitir el mensaje a los demás y que los demás se sientan atraídos hacia la persona de Jesucristo, que, a fin y al cabo, es la meta de la catequesis: profundizar y adherirse a la persona de Jesucristo.
El gran desafío es determinar qué tipo de comunidades cristianas estamos formando.  Como dice el Directorio General para la Catequesis, la comunidad es el lugar visible del testimonio de la fe.  Es el lugar de referencia en la que los catequizandos se sientan entusiasmados a caminar junto como miembros de la Iglesia.  En las parroquias, muchas veces, los grupos pastorales forman su propio círculo en el que se aíslan del resto de la comunidad.  No se interrelacionan en algunos momentos privilegiados en el compartir comunitario.
La parroquia es “casa y escuela de comunión”.  Debe ser un lugar donde todos nos sintamos acogidos y con ganas de permanecer en ella para trabajar por el Reino y animar a otros a que crean en la Buena Noticia de Jesucristo.
¿Cuál es la clave para que esto ocurra?  Yo diría que la responsabilidad recae sobre el párroco.  Él debe ser el signo visible de la unidad y comunión en la parroquia, significando con esto que no debería parcializarse con ningún grupo específico dentro de la comunidad, sino, ser todo para todos creando e incentivando la comunión.  El problema radica cuando hay parcialización a determinado grupo, entonces, toda la estructura parroquial se resiente por ello: envidias, resentimientos, desánimos, etc., creando un ambiente que más que atraer, aleja.
Una comunidad abierta a todos, una comunidad que permita la participación libre a quien lo desea en la tarea evangelizadora, va a ser un canal eficiente para que el catequizando pueda involucrarse en la comunidad.  Porque si se está invitando al catequizando a formar parte de la comunidad y de integrarse en algún grupo evangelizador, pero no hay espacio disponible debido a lo cerrado de los grupos, no va a permanecer luego que termine su proceso de formación.