La Educación católica hoy y mañana

La educación ha sido, es y será un elemento clave en la vida y misión de la Iglesia. Como decía Puebla: “Para la Iglesia, educar al hombre es parte integrante de su misión evangelizadora, continuando así la misión de Cristo Maestro” (DP 1012). Y, por ello, añadía: “Cuando la Iglesia evangeliza y logra la conversión del hombre, también lo educa, pues la salvación (don divino y gratuito) lejos de deshumanizar al hombre lo perfecciona y ennoblece; lo hace crecer en humanidad. La evangelización es, en este sentido, educación. Sin embargo, la educación en cuanto tal no pertenece al contenido esencial de la evangelización sino más bien asu contenido integral.” (DP 1013)

El Papa Francisco, en la Exhortación postsinodal Christus vivit, señala algunas cosas que creo que vale la pena tener en cuenta. Comienza señalando que “La escuela es sin duda una plataforma para acercarse a los niños y a los jóvenes. Es un lugar privilegiado para la promoción de la persona, y por esto la comunidad cristiana le ha dedicado gran atención, ya sea formando docentes y dirigentes, como también instituyendo escuelas propias, de todo tipo y grado.” Y añade, además, que “en este campo, el Espíritu ha suscitado innumerables carismas y testimonios de santidad” (CV 221).

Pero el Papa no cierra los ojos a la realidad, por más cruda que sea, y señala: “Sin embargo, la escuela necesita una urgente autocrítica”. No olvidemos que el Papa, siendo todavía Cardenal Arzobispo de Buenos Aires, participó en la Conferencia de Aparecida (2007) y, aún más, fue el Presidente de la Comisión de Redacción del Documento Final. Y ese documento, al iniciar el análisis del tema educativo, señalaba: “América Latina y El Caribe viven una particular y delicada emergencia educativa. En efecto, las nuevas reformas educacionalesde nuestro continente, impulsadas para adaptarse a las nuevas exigencias que se van creando con el cambio global, aparecen centradas prevalentemente en la adquisición de conocimientos y habilidades, y denotan un claro reduccionismo antropológico, ya que conciben la educación preponderantemente en

función de la producción, la competitividad y el mercado. Por otra parte, con frecuencia

propician la inclusión de factores contrarios a la vida, a la familia y a una sana sexualidad. De esta forma, no despliegan los mejores valores de los jóvenes ni su espíritu

religioso; tampoco les enseñan los caminos para superar la violencia y acercarse a la felicidad, ni les ayudan a llevar una vida sobria y adquirir aquellas actitudes, virtudes y costumbres que harán estable el hogar que funden, y que los convertirán en constructores solidarios de la paz y del futuro de la sociedad (FC 36-38; JUAN PABLO II, Carta a la Familias, 13, 2 de febrero de 1994; Pontificio Consejo para la Familia, Carta de los derechos de la familia, Art. 5c, 22 de octubre de 1983; Pontificio Consejo para la Familia, Sexualidad humana, verdad y significado, Orientaciones educativas en familia, 8 de diciembre de 1995).” (DA 328) En esa línea, pero de forma más incisiva, habla el Papa ahora mirando lo que él llama “los resultados que deja la pastoral de muchas de ellas” y hace una evaluación en cuatro puntos que nos pueden servir de examen de conciencia y 

de revisión autocrítica:

1) Es una pastoral concentrada en la instrucción

religiosa que a menudo es incapaz

de provocar experiencias de fe perdurables;

2) Hay algunos colegios católicos que parecen

estar organizados sólo para la preservación,

generando fobia al cambio

lo que hace que no puedan

tolerar la incertidumbre

y se replieguen ante los

peligros, reales o imaginarios,

que todo cambio trae

consigo y así la escuela queda

convertida en un “búnker” que

protege de los errores “de afuera”;

3) Hay muchísimos jóvenes que, al

egresar de algunos establecimientos educativos

experimentan una insalvable inadecuación

entre lo que les enseñaron y el mundo

en el cual les toca vivir;

4) Incluso las propuestas religiosas y

morales que recibieron no los han preparado

para confrontarlas con un mundo que las

ridiculiza, y no han aprendido formas de orar

y de vivir la fe que puedan ser fácilmente

sostenidas en medio del ritmo de esta

sociedad.

Lo dejo ahí, para no alargame demasiado, pero les invito a leer los puntos 221, 222 y 223 de la Exhortación pensando que si, como dice el Papa, “La escuela católica sigue siendo

esencial como espacio de evangelización de los jóvenes” (CV 222) y porque “Educar es un acto de amor, es dar vida”, tenemos que poner todo el empeño y todos los medios para que dé los frutos evangelizadores: los mejores recursos, pasión, paciencia, educadores muy competentes y cualificados y, al mismo tiempo, ricos en humanidad y capaces de estar en medio de los jóvenes con estilo pedagógico para promover su crecimiento humano y espiritual.